El encantador de serpientes...

El encantador de serpientes
El camino se había hecho, en un estrecho trecho, mas estrecho…. Yo que elegí ese camino pensando que sería el mas rápido quedé atrapada, sin posibilidad de evadirlo. Acostumbrada a elegir el camino incorrecto me resigne, escuchando aturdida las bocinas de quienes no se resignaban a perder media hora de su vida en una cuadra. Los autos nos transformamos en el cuerpo de una serpiente que se contorneaba y avanzaba a paso lento, bajo el sol que a través del vidrio hervía la sangre fría. Mientras la transpiración también se transformaba en víboras que recorrían mis facciones, puse la música fuerte y seguí con mi ejercicio de dibujar acordes en el aire, como hilos de plata, como otras pequeñas víboras que se retuercen en el vacío intentando acomodar el movimiento a un ritmo que me resulta inexplicablemente inalcanzable. Practicaba con mi guitarra imaginaria, hecha de sonidos prestados por el stereo y la luz del sol fragmentada por los vidrios. Mientras pensaba en lo bueno que sería poder ganar ese tiempo que se me escurría practicando con esa amiga de madera y cuerdas y recapacitaba en la imposibilidad de manejar y tocar mi propia música… mientras me concentraba en el movimiento que dibujaba sube y bajas en el aire… un sonido distinto me distrajo. Automáticamente bajé la música y busqué su procedencia. Todas las víboras de alrededor parecían ignorarla y la gran víbora de hierros y carne cada vez se contraía con más furia. Busque, miré, seguí el sonido y allí estaba… en la camioneta junto a mi auto, un señor mayor, con cara serena y despreocupada, tocaba una quena. Sus manos recorrían los agujeros de sonido del cuerpo de madera que sostenía con la boca, y su aire entre el humo de los motores era limpio y preciso. Espere con ansia que el sonido melodioso de su quena lograra calmar las serpientes que rodeaban amenazantes la cordura de los que devorados en su vientre esperábamos avanzar. Fue en vano… las bocinas se erguían imponentes… nadie alrededor parecía detenerse en el encantador de serpientes. Tal vez fue el sol que golpeaba mi sien con fuerza… pero juro que ahí estaba. Me llenó de alegría y envidia, el sí movía sus dedos en el aire y generaba melodías, y no eran imaginarias como las mías. El encantamiento duró poco, su carril, tal vez producto de su magia, se movió más rápido que el mío y lo perdí. Aunque seguí en el mismo lugar, su encantamiento me dejó una sonrisa. Subí la música y continué pintando en el aire sonidos imaginarios, con la tranquilidad de saber que otros más en los caminos rompían la barrera de la realidad para escuchar su propia música y sentirla en cada momento que les fuera posible frenar, sobreviviendo al intenso deglutir de las serpientes, encantándolas y bailando con ellas. Vaya mi homenaje al señor de la quena. (Voy a pensar en cambiar la guitarra por un charango, que es mas fácil de llevar). Saludos, y como la serpiente sí existe, nos vemos en Av. De mayo y 9 de Julio a las 17.30 en la marcha por el aniversario del 20/12/2001, por Julio López, contra la represión a los trabajadores que luchan, contra los que nos entrampan en el pacto social… por todos los motivos que día a día tenemos para luchar, por los motivos que a futuro nos llevan a luchar día a día… porque podemos ser encantadores de serpientes y vencerla.