El gran imperio, todo poderoso, se doblega ante su propio peso, y hasta que no termine de caer exigirá mundiales gestos de genuflexión, hasta dejarnos de rodillas para apoyarse sobre nuestras cabezas y recuperarse.
Los burgueses de la corte imperial corren por los pasillos del Palacion de Wall Street con caras desencajadas. Han tapiado las puertas y ventanas pero el huracán arremete sin miramientos los cimientos de su palacio. Hasta ellos se habían creído las mentiras con que justificaron su poder y su oro, y ahora se están sumiendo en el caos sin poder dar explicaciones, sólo pensando en salir del pozo sin importar los costos. El ojo del huracán aún no ha llegado y las consecuencias ya son incalculables.
El mundo mira atónito la desesperación de los gurues. Otros pequeños imperios comienzan a sacudirse. Una infinita red invisible los ata al destino del coloso enfermo. La tierra se mueve bajo sus pies, y las lujosas aceras se transforman en oscuras arenas movedizas que se van tragando las riquezas. En minutos, instantes, se esfuman del mundo millones y millones de verdes números, fríos números que se convierten en millones de nuevos hambrientos y desesperados. El imperio ha diseminado bombas y miserias por todo el globo durante sus años de esplendor y de pequeñas crisis, y no hará más que redoblar las cadenas de opresión para sostenerse y no caer.
Pero hay en esta historia una falacia mayor y principal respecto de toda la colección de mentiras con que han constituido su poder. Este huracán no es fruto de la naturaleza, incontrolable, ajena en gran parte a la voluntad del hombre. Este huracán se ha alimentado de los deseos y ambiciones de riquezas y poder de algunos cientos a costa de la mayoría aplastante de la humanidad.
Los esclavos miran asustados el dantesco espectáculo. El coloso esta de rodillas, es hora de dejar de mirar para actuar. La historia está reescribiéndose.
En la historia de la humanidad el arte ha sido utilizado por distintos centros de poder para generar mitos y creencias, para construir ideologías y enraizar en nuestras mentes un extendido y falso sentido común. Desde la Iglesia para difundir sus creencias hasta el fascismo para honrar sus postulados. Desde el capitalismo para tender sombras de perplejidad sobre el futuro e inacción sobre el presente hasta la degeneración estalinista de la revolución, para justificar sus mas terribles traiciones a la clase obrera. Todas estas imágenes se estrellan contra el fruto de la especulación capitalista y caen hechas añicos. Los viejos paradigmas y creencias se agotan, no alcanzan, se cuestionan. Es hora de un nuevo arte. Ya no hay lugar para pintar los paisajes de resignación. El destino esta pidiendo a gritos que lo tomemos en nuestras manos, que le pintemos colores verdaderos desnudando la historia trastocada, que le pongamos nuevas armonías para multiplicar las voces de los que hasta ahora callan, que seamos actores concientes de una obra que debe ser escrita, que bailemos danzas de guerra para poner en pie un ejército de esclavos insurrectos que cobrarán una a una las miserias en que han sido sumidos, que esculpamos una humanidad sin explotados ni explotadores. Que hagamos que el huracán se transforme en un torbellino que barra los cimientos de esta sociedad colocando nuevos pilares, que arroje al trasto de la historia la miseria y la explotación, que libere a la humanidad de sus cadenas para que pueda desarrollarse en todo su potencial social, que transforme el odio en revolución, es decir, la insurrección como arte.
Manos a la obra.
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domingo, 28 de septiembre de 2008
catastrofe no natural
viernes, 26 de septiembre de 2008
Juventud, divino tesoro
Recuerdo todavía cuando se decía: – “Los jóvenes son el futuro”. Ahora todos miran horrorizados, casi burlescamente, esta juventud. Ahora: -“La juventud está perdida”.
Como en muchas cosas, sólo nadan en la superficie. Creo que es necesario abordar desde otro lugar estas cosas. Porque estos chicos están reflejando un problema social muy profundo, al igual que los chicos adictos al paco, los chicos “violentos” que se agarran a las salidas de los boliches y que tan insistentemente nos muestra Policías en Acción por televisión.
Recuerdo los 80’s. Recuerdo la caída del muro y como cada uno de los piedrazos partió cabezas, abolló subjetividades, hundió bajo cientos de escombros las ideas de revolución y cambio para redefinirlas como “viejas utopías”. Los jóvenes vestidos de negro, los darkies, los del NO HAY FUTURO. Una generación que se abrió a codazos sobre la generación de los 60’s y 70’s que en gran parte había nutrido las filas de los movimientos y organizaciones sociales y políticas que peleaban por un cambio revolucionario de la sociedad o, aunque mas impotentes, los hippies que desde su lugar también opinaban que podían mejorar la sociedad.
¿Qué se hizo con estos jóvenes? A muchos se los “coptó” para el sistema, apalancándose en la desmoralización del baño de sangre y derrotas que se hizo sobre muchos otros jóvenes y trabajadores. Y así se abrió paso a la decepción.
Los jóvenes de los 80’s fuimos llamados “la generación x”. Los de los 90’s fueron educados en el individualismo basado en una ofensiva neoliberal reaccionaria que minó todas las bases de ideas de cambio. Nos fueron cerrando todas las puertas, quemando todas las ilusiones, trastocando la historia, transformándola en una pieza de mármol inmutable, enterrándolos en una masa amorfa y gris de “nada se puede hacer” y “la historia ha llegado a su fin”. Las bombas sobre el golfo cayeron sellaban a fuego esta ideología de la resignación.
Pero el fin de la historia, la teoría del derrame, la ficción del capitalismo humanizado entraron en un callejón sin salida. Fueron perdiendo poco a poco partes de su disfraz dejando al desnudo la cara de la muerte y la miseria, las cuencas vacías de un futuro lleno de nada. A este mundo surgen nuevas generaciones. ¿Qué puede esperarse?
La adolescencia siempre ha sido un paso difícil de la vida. Depresiones, miedos, dudas, construcción de personalidades, decisión sobre futuros. Se pierde la mirada ingenua de la niñez para adentrarse en un mundo que a las grandes mayorías se presenta perverso y sin nada para ofrecer. Esto no es nuevo, ahora con la tecnología se puede conocer por miles. Pero hay un detalle que es clave. En lugar de transformar este inconformismo en energía revulsiba, en decidir tomar en sus propias manos la construcción de un destino distinto, se derrama como letanías por las pantallas de Internet, o se transforma en impotencia en drogas y alcohol, o termina en la marginalidad o en la cárcel. El mundo se ha vaciado de contenido y verdaderamente no da ganas de vivirlo.¿Vamos a cargar las tintas contra la juventud?
Deberíamos hacerlo.
Cargar las tintas sobre los jóvenes secundarios que se han movilizado en la Ciudad de Buenos Aires por aquellos compañeros que se encontraban obligados a dejar la escuela por el recorte en las becas. Sí, hablemos y hablemos sobre cómo estos jóvenes vieron la necesidad de movilizarse juntos, de organizarse, de enfrentar las autoridades como responsables de la situación que están viviendo y no como algo que es imposible cambiar.
Carguemos las tintas sobre los estudiantes universitarios que se movilizan junto a los docentes, que organizan actividades para juntar plata para apoyar las luchas de los trabajadores, que denuncian, que se organizan, que apuestan su intelectualidad y energia a un cambio social y no individual.
Carguemos. Carguemos las tintas sobre los jóvenes trabajadores del Casino, de Mafissa, de Jabón Federal, (por nombrar las luchas más recientes con muchos jóvenes) que han enfrentado represiones, persecuciones, despidos, atropellos y han respondido con energía y convicción. Aunque no consigan el triunfo, dejan un mensaje de necesaria rebeldía.
Carguemos. Carguemos las tintas sobre los jóvenes que se organizan en los partidos de izquierda, en los organismos de derechos humanos, en las organizaciones sociales, apostando con su militancia a un mundo mejor.
Carguemos sobre un Dario que pierde la vida por ayudar a un Maxi, bajo las balas de un policía asesino.
Los jóvenes anti-guerra que se movilizaron en EEUU y Europa. Los jóvenes que se enfrentan a la derecha fascista en Bolivia. Los jóvenes chilenos (pingüinos) que se enfrentan a la policía asesina de Pinochet en movilizaciones de miles y miles de estudiantes. Los jóvenes franceses que se movilizaban junto a los trabajadores contra los contratos de primer empleo y la precarización laboral. Los jóvenes que resisten las políticas colonizadoras del imperialismo en medio oriente.
Claro que todos estos no son mayoría. Como tampoco lo son los que se agarran a piñas en el Abasto o a la salida de los boliches.
Apostemos. Apostemos por esta juventud. El capitalismo esta derrumbándose y lo hará sobre nuestras espaldas. No morirá solo. Si no lo enfrentamos se levantará nuevamente, hundiendo a millones de personas mas en el mundo con el peso de sus crisis.
Desmoralización y escepticismo es lo único que tiene para ofrecer este sistema, junto a la miseria y el sufrimiento. Así surgen nuevas creencias, extrañas religiones, búsquedas de algún justificativo de la existencia en energías, naturalezas, dioses… necesidad de evadirse de este mundo. Algo que no es casual sino que este mismo sistema lo fomenta, porque les sirve mas esta decepción impotente generalizada que cientos de miles cuestionando el orden establecido.
Tenemos algo distinto que ofrecer. Algo por lo que se merece luchar. Cuando el capitalismo termine de perder su piel, dejará a la vista de cientos de millones su verdadera constitución, un mar de sangre de oprimidos y explotados, huesos de quienes han sucumbido bajo sus garras, hambre, miseria y dolor. Debemos ser miles los que lo enfrentemos. Debemos darle la estocada final para que perezca, porque merece perecer.
No hay cambio posible en este sistema, solo formas de evadirse en depresión, superficialidad y paco, y tampoco alcanzaran.
Apostamos a que sean miles los que al abrir sus ojos puedan ver que, no sólo tienen la posibilidad de cambiar el mundo, sino que deben hacerlo.
Sólo así podrá ser otra la juventud.
La que nutra de nueva energía un nuevo mundo.
Un mundo que merezca ser vivido, donde no se cultiven las miserias del hombre, sino que florezca lo mejor de la humanidad.
martes, 23 de septiembre de 2008
Letras muertas
¿Sin el? ¿Se volvería un hombre normal y corriente imposibilitado de metabolizar el cementerio del mundo para terminar entonces bajo una lápida, enterrado en vida? Aprendió a vivir entre muertos insepultos para no mirar a los ojos al sol. Salía de noche. Reptaba. Se camuflaba. Se retorcía de dolor hasta que vomitaba bilis textual. Era feliz, de alguna manera, sabiéndose con el don de saber que estaba medio muerto y mostrarle al resto un enorme espejo de letras para que se espantaran al verse putrefactos. Todo buen sentimiento cargaba una beta de ansiedad dolorosa perspectiva de fin del mundo. Rebosado en espinas con mercurio.
Los senderos profundamente marcados limitaban con cercas artificiales, de siniestro aspecto, custodiadas por espectros del pasado. Nadie osaba asomarse, fuera de la senda, se rumoreaba, las arenas movedizas te tragaban, cuanto mas te movías mas te hundías hasta ahogarte, hasta llenar tus pulmones de granitos de roca acumulados por la erosión de remotos tiempos inmemoriales. Nadie osaba caminar fuera del camino. A él le llamaba la atención. Le inquietaba el desafío y fantaseaba cada tanto con escapar al otro mundo mientras seguía sus días, riendo soberbia sobre los rostros anémicos de vida.
Todo parecía ya tan normal. Pero un día se cansó. Ya no le daba satisfacción ser un muerto vivo conciente de estar medio muerto entre los muertos vivos muertos. No le resultaba interesante, la adrenalina del límite de la locura se había evaporado y comenzaba a faltarle el aire. Necesitaba nuevos desafíos para no terminar de morir. Sentía y reflexionaba mientras jugaba con un pájaro sin alas, sentado sobre una piedra cubierta de musgo. Miró la cerca. Entornó los ojos al ver un extraño destello entre los tentáculos de los petrificados árboles que hacían de división. El desafío le resultó sabroso. Enfrentarse, salir de verdad de la senda y volver para contarlo. Su don se inflamó de soberbia extrema, el podía hacerlo. Se levantó y avanzó decidido, se abalanzó sobre la cerca y lanzo el pájaro contra el cielo, en un último intento de que aprenda a volar, antes de desaparecer tras la pared que se desvaneció a su paso. Aspiró aire profundamente, preparándose a pelear con el destino del pulmón arenado, pero ninguna arena movediza lo tragó. Se retorcía ridículamente en el piso, en arenas imaginarias, cuando una mano lo tomo del hombro y lo sacudió.
- ¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?
- ¿Yo? ¿Ayuda? Pronunció sin mirar la voz que le hablaba... el no miraba a nadie desde el piso.
- Perdón... me pareció...
- Gracias. Perdón por mis modales. De allí de donde vengo, hay que perderlos para poder sobrevivir. Nadie te ofrece ayuda.
Le resultó un personaje extraño. Un hombre revolcándose en el piso con lodo y musgo pegados en la piel es algo que no se ve todos los días. De todas maneras lo ayudó a levantarse mientras él intentaba zafarse de sus manos. Una vez de pié la miró a los ojos. Se sintió desnudo. Para protegerse se presentó escupiéndole un mundo de lagañas y almas penantes... pero no logró quemarla. Seguía mirándolo fijo y hasta sonreía con gesto de compresión. El arremetió nuevamente, con artillería más pesada, y le habló de la muerte, del dolor, del sufrimiento de los hombres, del destino de bacterias y hongos corrompiendo la carne. Pero nada. Sus ojos no se habían vaciado con el ácido y lo miraban fijamente, con cierto grado de sorpresa y deleite.
- Lindas palabras. Una lengua muerta, palabras caducas... pero suenan bien. Estremecen, como el mundo. Ahora me voy, si necesitas algo llamame... no somos muchos de este lado, sabrás donde encontrarme. Y yo sabré quien sos, porque tardarás en sacudirte de la ropa y el pelo la viscosidad del barro del cementerio.
Confundido, la tomó de la cintura y le pidió que se quedara. Se sintió humillado al pedirle por favor... pero necesitaba entender lo que pasaba. La luz lo mareaba y se sentía ahogado sin el olor a putrefacción colgando en el aire. La voz que le hablaba no era cavernosa y tenía hasta una pequeña melodía en las palabras. Unas luces suaves, cálidas, en cada articulación de sus labios. La siguió por extraños pasadizos hasta que fue dejando el temor atrás y una extraña sensación lo invadió. Una sensación que ocupaba el espacio de la angustia en retirada. El dolor persistía, pero no punzaba. La sangre coagulada de sus arterias se fue oxigenando. Así, de apoco, su don se fue adormeciendo. Ya no necesitaba el alerta, la adrenalina y el filtro para el aire contaminado. Podría decirse que comenzaba a estar vivo.
Así pasó el tiempo y algo comenzó a faltarle. Llevaba unas hojas amarillentas en el saco. Vacías. Pálidas, parecían piel de un cadáver. Le dolía verlas así mudas… porque el se sentía mudo también. Poco a poco comenzó a extrañar-se. Quería escribir pero las palabras no salían. Su estómago ya no era el fusible de sus sensaciones y ya no disparaba ácido. Se sentía consternado. Evidentemente las palabras no brotaban de la vida. Sus palabras nacían de la muerte. Tenía razón la muchacha, la suya era una lengua muerta. Sentía que algo se consumía dentro de él. Día a día la desesperación crecía, pero no podía plasmarla. Las palabras que el manejaba no tenían sentido ya en este mundo... no podía comunicarlas, no podía causar terror con ellas. Sentado en su cuarto, al borde de la ventana, miraba la gente caminando despreocupada. El sol se estaba poniendo y todo se había vuelto brillantemente rojo. Miró las hojas blancas sobre la mesa. La birome seca e inerte. Pateó una silla y se puso de pie. Caminó en círculos acompañando el sol que se escondía, mientras amanecían las luces de la vereda. Los redondos focos eléctricos se confundían con una enorme luna llena. Un pensamiento crudo cruzó su cabeza, su mirada se endureció y oscureció, lo alejó antes que madurara. Sintió que su otro mundo lo llamaba, lo desgarraba… Se abalanzó sobre el cajón de la cocina, sacó un cuchillo y se pinchó las yemas de los dedos, garabateo las hojas, la mesa, las paredes... pero no lograba desangrar las palabras. Nuevamente lo azotó la idea... pero esta vez la sangre que había perdido le impedía pensar serenamente. Su razón lo traicionaba. Balbuceó un nombre entre dientes, reiteradas veces, y guardó el cuchillo en el bolsillo de su saco junto a las hojas vencidas. Se acercó a la puerta y miro hacia atrás, buscando si todo él salía por la puerta o quedaba algo más que su sangre en el cuarto. Convencido de llevarse a sí mismo, bajó las escaleras. Ensimismado en sus pensamientos no dio cuenta de la penumbra hasta que se asustó con su sombra, no por la sombra misma, sino porque pudo ver en ella su cara desfigurada. Un rictus de locura surcaba su mueca. Esquivó su sombra y le ordenó quedarse allí, en el remanso de la escalera. Descendió tanto como pudo, sintió que llegaba al mismísimo averno al pisar el porche del edificio. Miró a los costados, ni un alma en la calle... solo cuerpos. Avanzo a tientas por el camino que recorría por las noches desde su ventana. Doblo una esquina, otra más, cruzó un parque lleno de pájaros con alas, pero se encontraban dormidos en las ramas. Pisó el césped en un arranque de intento de destrucción, pero solo logró que lo invada el aroma de la clorofila que se desangraba en la suela de sus zapatos. Ya no soportaba mas esto! No podía haber lado bueno en todo lo malo! Necesitaba un poco de pura muerte, de puro dolor, pura viles humana... corrió algunas cuadras desesperado, escapando de las ganas de escapar de su idea, pero quería llevarla a cabo y se despedazaba dentro.
Llegó a un viejo edificio y subió las escaleras a zancadas. Golpeó la puerta.
- ¡Abrime! Por favor! ¡Abrime! Solo vos podes devolverme las palabras
- Es tarde! Estas bien?
La voz sonaba arrebatada de preocupación mientras se mezclaba con el traqueteo de la cerradura oxidada
- ya te abro... ¿Que te pasa?
- ¡Abrime!, necesito de vos... necesito voz.
Apenas se entornó la puerta, el esquivó velozmente sus ojos y se abalanzó sobre ella. Mordió con pasión su boca e inmovilizó sus labios. El abrazo se sentía como camisa de fuerza... un gemido, la impresión la desfiguró y sumergió en un shock. La recostó sobre el sofá. Acomodó su rostro hacia el frente... por fin sus ojos eran cuencas. La miró y se sentó junto a ella en el piso. Sacó el anotador y la birome. El olor de la sangre y las lágrimas que aun se hamacaban en sus mejillas iban nuevamente alimentando su don. Rápidamente el sofá se tiño de carmesí. El cuarto se llenó del olor a sangre que durante años lo había inspirado. Se sentían los estremecimientos de sufrimiento, podía captarlos, al igual que había hecho todos aquellos seres que vió desarmarse. Ahora sí, se dijo, y mojó la birome seca en la herida del cuchillo y volvieron las palabras, a borbotones como la sangre, con los deliciosos coágulos estilísticos que tanto extrañaba.
... Mi amor, ahora el frío de tu cuerpo y la rigidez de tus gestos me resultan mas familiares, pero me implosiona el dolor y la culpa. Siento que muero. Miles de palabras se agolpan en mis manos intentando describir esta horrible sensación que en hora buena ha venido a visitarme... te extraño y eso me desgarra.... y se que te extrañaré más cuando la sangre termine de secarse… Volvió al cementerio, dejando tras de si el cadáver deshidratado... como un vampiro post moderno, no había podido sobrevivir sin el olor a carne podrida.
La encontraron muchos días después, tirada en el sofá, entre sus manos una carta de despedida escrita en sangre. La misma sangre que cubría toda la alfombra y las paredes. Murió de tristeza, dijeron los médicos. Nunca pudo saberse la verdad y del cuarto nunca pudieron limpiar el olor a cementerio.
martes, 16 de septiembre de 2008
2 AÑOS SIN JULIO LOPEZ
LOS MISMOS QUE LO DESAPARECIERON LO BUSCAN
El silencio es salud.
Mudamente hablaba la enfermera desde las paredes.
El silencio es salud, dijo,
y su dedo sobre sus labios cerraba la salida de palabras, y te miraba, porque sabía lo que pensabas. Si hablabas, su dedo se despegaba lentamente de sus labios y se inclinaba hasta acusarte, hasta que te silenciaban.
Vos la miraste de reojo, cientos de veces. Estuviste cerca de ella. Cuando te “desaparecieron” la escuchaste gritar histéricamente: -¡Silencio! -¡Hablá! -¡Silencio! -¡Hablá!....
Tus labios se sellaron de terror. Las imágenes que registraste, los dolores que padeciste, las torturas, los golpes, el sonido de los llantos. Tanto que tu garganta se anudó hasta casi ahogarte. El silencio es salud,
repetías en tu cabeza.
Luego, libre, te llevó un tiempo recuperar el habla. Barajar el equilibrio entre el silencio y las palabras. Buscar sin encontrar la definición para tanto sufrimiento y las palabras que pudieran dar cuenta de la aberración del genocidio del cual fuiste víctima.
Luego, de apoco, otros buscadores de palabras escapando al silencio se acercaron a vos. Se juntaron. Se apoyaron. Reconstruyeron. Encontraron las palabras y nos enseñaron a hablar en voz alta y a denunciar los silencios. Parieron el estremecedor relato de la muerte de la cual volvieron. Sus dedos se despegaron de sus bocas, pero para señalar a los asesinos.
La enfermera de la pared cayó al piso y estalló en añicos.
Miles de voces gritaron durante años juicio y castigo a los genocidas! Con tus palabras claras de voz temblorosa lograste un primer paso. Tu voz ha quedado grabada en nuestra memoria y tus palabras siguen haciendo eco, como las de los 30000 compañeros desaparecidos que buscaron callar para siempre y no lo lograron.
Pero los silenciadores siguen silenciando.
Y los asesinos siguen libres, y quienes aprendieron de ellos el silencio también. Ahora es más sofisticado. Quienes buscan el silencio cómplice gritan a viva voz. Hablan de los horrores vividos mientras mantienen el aparato represivo intacto. Gritan por justicia para que nos callemos. Gracias a sus complicidades, luego de tus palabras, se hizo nuevamente el silencio. Te llevaron al silencio intentando silenciarnos. Tomaron la foto rota de la enfermera intentando recomponerla. Hay una batalla abierta.
Hemos sumado nuevas palabras a nuestro vocabulario:
Aparición con vida ya de Jorge Julio Lopez.
Y las gritamos con todas las fuerzas, para que desde donde estés te lleguen y no te invada el silencio.
Que no te ganen.
Que no nos ganen.
Ayer el silencio era salud, hoy si sabes o viste algo… llamá. Las dos caras de la misma impunidad. Dos justificaciones distintas para la represión.
Si a julio lopez lo desaparecieron por enfrentar la verdad y exigir justicia
Si todos nosotros no aparecemos para que el aparezca
Todos nosotros somos los desaparecidos
viernes, 5 de septiembre de 2008
Princesas
Los tiempos han cambiado. Las mujeres han ganado espacios. Los cuentos de princesa aun se leen, pero ahora, además, la princesa deberá ser una exitosa profesional, moderna ama de casa, esposa predispuesta al trabajo fuera y dentro de su casa, sonrisa de publicidad y hasta no deberá sufrir dolores menstruales. Ni hablar de la figura, que deberá ser lánguida, esbelta, flaca pero rellena, firme pero tierna, sin arrugas pero lo mas natural posible… Esto, sólo en el caso de las más afortunadas. Otras deberán lograr estos modelos de consagración como mujer desde lugares más dificultosos. Sus cunas arrullaron las mismas canciones pero desde lugares mas lejanos. Sus primeros pasos no tropezaron con muñecas sino con pequeños hermanos necesitados de cuidados. La cocina, el changuito y la escoba son de verdad y la esperan en su precaria casa, sin pinturas ni moños, sin vestidos y a veces descalza. El amor es una palabra inexplicable, nadie le ha dicho nada de su existencia y los asaltos masculinos que ha sufrido en su temprana adolescencia le han lastimado lo más profundo del alma, pero es mujer, se hace mujer. Sus hermanos son reemplazados por sus propios hijos, y el padre de sus hijos es reemplazado por su amor y coraje, por su trabajo a destajo. El primer padre la ha golpeado. El padre de sus hijos la ha vejado. La vida la ha maltratado. El sistema la ha condenado. Todas las mañanas escapa a su trabajo, donde con la sonrisa de sus hijos entre sus lagrimas deja horas de su vida junto a una maquina, y su orgullo entre las manos del capataz. Llegan ambas agotadas a su casa.
Una trabaja de vendedora en una empresa, la otra en la línea de producción. Venden y fabrican costosísimos perfumes de los cuales nunca han disfrutado una gota, ese aroma para ellas no representa más que olor a sudor de explotación. No parece ser lo mismo para la dueña, que pasea su cuello perfumado por las oficinas de la empresa con la misma impunidad con la cual firmó el último memorando:
-Debido a la alta tasa de natalidad que se está registrando entre el personal femenino de la empresa, el directorio sugiere que las empleadas se presenten en la oficina de personal e informen sobre su situación familiar…..
Dos días después de este aviso, cuatro trabajadoras fueron despedidas por “bajo rendimiento”. Las cuatro acababan de casarse y planeaban tener hijos.
Al enterarse del destino de sus compañeras las invadió una extraña sensación de bronca y desconcierto. Volvieron a sus casas sin poder dar explicación a lo sucedido. Eran mujeres, les habían enseñado que debían ser madres y lo eran. Trabajaban para dar de comer a sus hijos…. Al llegar a la casa se sucumbieron en las tareas pendientes y olvidaron lo sucedido.
El marido de una llega por la noche luego del trabajo, come y se sienta en su sillón a ver la tele. Ella lava los platos que ha ensuciado cocinando, acuesta a los chicos y lo mira tiernamente, ya exhausta. El la mira y la lleva a la cama, mientras el la besa ella sueña con dormir y escapar junto a un príncipe azul como el de los cuentos, que la haga sentir mujer y princesa. Hace tiempo que el amor se a acabado entre ellos, pero ella no se atreve a quedarse sola, su familia no lo toleraría.
El marido de la otra también llega, mas tarde, cansado y con olor a alcohol. Luego de años de trabajo en negro en la fábrica lo han despedido sin causa y está furioso. Entra, ve a sus hijos y se estremece pensando en que no podrá cumplir con su rol de cazador y garantizarles el alimento, se desploma sin hambre en una silla. La sociedad le ha enseñado la opresión y los mas oscuro de las personas, el ha aprendido desde niño ese papel y es el que desempeña en su casa. El oprimido oprime a su mujer, y ni aun así se siente libre como todos los días le dicen que es. Ella deja los quehaceres y se acerca a consolarlo, el descarga su furia con ella. En cada moretón que dejó en su cara escupió a su patrón. Vuelto en sí pide perdón, y se disculpa en la cama mientras ella rueda desarmada como sus lágrimas.
Un par de meses después una salía de la clínica, no podía hacerse cargo de un nuevo hijo, temía quedarse sin trabajo. La otra tampoco. Entró nerviosa en la casa de una vecina, salió y entró desesperada en la casa de una amiga, salió y entró arrastrándose a una ambulancia, salió y entró de emergencia a un hospital, no salió.
martes, 2 de septiembre de 2008
camino en sueños
lunes, 1 de septiembre de 2008
Carta de un psicotico a otro
¿Un que? Me pregunté. Es un poco tarde (o temprano, dependiendo desde donde se mire el reloj como para preguntar). Por otro lado, mas allá del reloj, también es tarde para preguntar, acabo de despertar junto a él. Claro que, una noche, dos, cien… pueden olvidarse. Pero si digo es tarde es porque lo es. El abrazo calido y mullido acurrucó los pensamientos que comenzaban a despabilarse de apoco. Mi cabeza reposó sobre su hombro y las cavilaciones sobre la psicosis se diluyeron en las nuevas imágenes de nuevos sueños que me asaltaron.
Al mediodía, luego de los besos del despertar y las caricias de la mañana demorada… no quedaba nada de los sueños ni los diálogos. Algunas imágenes perdidas y muchas sensaciones. Verte dormir es una de mis imágenes favoritas. Tal vez porque sepa lo que significa para vos poder hacerlo, verte así relajado, casi con un dejo de sonrisa en la comisura de la boca, es un festín. Escuchar tu respiración pausada apoyado en mi pecho o tomando firmemente mi mano. Pequeños regalos que me das sin saberlo. O los ojos a medio abrir del despertar, encontrándose mientras todo el resto sigue buscando. Las pastillas de menta del primer buen día. Los malos humores de los perros y la luz del sol. Un té y la despedida. Tengo la maleta llena de sonrisas para el resto del día. No queda nada del psicótico, y alguna que otra imagen de los sueños apremiantes de corridas y escapes. Pero vuelvo aquí a pensarte. Y entonces es cuando reparo en el detalle. “Eso te pasa por dormir con un psicótico”, dijiste antes de volver a cerrar los ojos y abrazarme. Y me dí cuenta que no era la primera vez que lo mencionabas. ¿Realmente creerás ser un psicótico? Recurrí a wikipedia para ver que querías decir con eso:“Se denominan como Trastorno Psicóticos aquellas patologías en las que se presenta síntomas psicóticos como principal característica. La psicosis es un trastorno mental mayor, de origen emocional u orgánico, que produce un deterioro de la capacidad de pensar, responder emocionalmente, recordar, comunicar e interpretar la realidad.” “una pérdida de las fronteras del sí mismo o un grave deterioro de la evaluación de la realidad. El nivel de malestar que produce este trastorno es tan invasivo que perjudica de sobremanera el normal funcionamiento del individuo, paralizando su actuar y no permitiendo comportarse de manera acorde a la realidad, en ocasiones incluso, se hace necesaria la hospitalización” “Uno o más síntomas psicóticos: ideas delirantes; alucinaciones; lenguaje desorganizado; comportamiento catatónico o desorganizado”
Yo no se, pero si alguien te hizo creer que tenes un problema, no sos vos quien lo tiene. No hay deterioro alguno en tu capacidad de pensar. Todo lo contrario. Hay brillo en las cosas que decís, en tus respuestas pero también en tus preguntas. Los problemas para responder emocionalmente, comunicar o interpretar la realidad no son producto de una enfermedad. Ver la realidad en su profundidad y diversas dimensiones es una sacudida de la que cuesta reponerse. Y cada una de esas sacudidas genera en nosotros distintas formas de comunicarlas, y a veces es difícil, y a veces no se entiende. Es fácil comunicar y analizar la realidad para aquellos que la viven como espectadores. Aquellos que relatan como periodista de mala muerte la lenta letanía de la vida corriendo delante de sus ojos. Pero meterse en ella, bucear, buscar lo escondido… eso es realmente vivirla y eso es algo demasiado fuerte para los códigos existentes. La manera de actuar acorde a esa realidad no es la acorde para los demás. Toda la descripción que transcribí del síndrome psicótico es, por tanto, relativa. Tenes un toque de magia en lo que haces. No siempre fácil de comprender… pero aun ahí donde parece que hay caos existe algo más. Las notas, las palabras, derraman partes tuyas entrañablemente dulces y amargas, ácidas, hirvientes y no tanto. Tal vez deberías dejar de creer que hay algo anormal en vos, para dar cuenta de que sí lo hay por suerte. Que la normalidad es una invención de aquellos que quieren producción a escala de la humanidad. Que salir de la línea no es estar fuera, pero si. Que desde ese fuera las cosas se ven distintas y pueden chocar, pero estas en el lugar exacto para dejar volar todo lo que tenes, para que estallen las palabras, los sonidos, los colores, los sentidos. Que sos un comunicador de otras cosas y que eso a veces pesa. Vuelve como un boomerang justo al medio de la frente. La sociedad de hielo y hormigón se retuerce ante las extrañas ideas, como los gerentitos ante dadá. Hay virus, hay error, hay incompatibilidad y el programa que desea ejecutar a encontrado un grave error, su disco rígido puede estar dañado o algún archivo se puede haber perdido. Estas en el momento en que insisten con el corset. Quieren atraparte y amatambrarte, cortarte alas, pintar de gris tus ojos, cortar la irrigación sanguínea de tu cerebro y corazón. El corset invisible se transforma en camisa de fuerza si los de afuera no te entienden pero vos tampoco.
¿Duermo con un psicótico? Tal vez, pero con los ojos mas vivos y la sonrisa mas alejada de esta realidad más linda.
¿Corro de noche por dormir con un psicótico? Tal vez no, tal vez porque corro de noche es que duermo con alguien que también corre. El problema es entonces otro. ¿De que corremos? ¿Por qué correr? Tal vez la próxima deberíamos hacer la prueba de plantarnos, girar sobre nuestros pies y correr contra ellos, hacerlos correr nosotros.