lunes, 20 de junio de 2022

Chuleta

 


Estos son exactos los momentos en que ella sabía acompañarme. Cuando garganta se vuelve alambre de púas y desgarra las palabras. Cuando el silencio es la cura, pero el dolor se filtra por los poros. Ella lo conocía, me conocía. Y se acostaba o sentaba a mi lado y me rasguñaba muy fuerte hasta que le agarraba la pata. Luego subía la otra y me lamia la cara. Y la sentía estremecerse como si hubiera lamido mi dolor. Creo que con el tiempo hice lo mejor para vos. Y se que lo supiste y disfrutaste. Pero todavía hubieras merecido más. Mucho más. Lo pensaba y lo confirmo ahora que no estás.  Es demasiado real tu ausencia. No sabía hasta el final cuánto me dabas. Te necesito más que nunca, justo porque no estás. A algunos les parecerá exagerado. Pero espero que todas puedan llegar a sentir así. Porque tanta tristeza sólo puede deberse a tanto amor. Y porque encontrar un ser que te brinde tanto, es un privilegio. Estoy agradecida por haberte dado ese lugar en mi vida y que vos lo hayas ocupado y llenado de esta manera. Hay un abismo en medio de la casa. Me da miedo caminar y no tropezarme con vos. Me siento desprotegida y no hay leña que alcance para calentar estas paredes. Vos no me dejarías estar así sentada llorandote. Pero aún sabiendo lo que duele tu ausencia, volvería a llenar mi vida con la tuya. A todos les deseo una schatten en su vida.  Tendría que sonreír en tu nombre... pero lo dejo para mañana. Para cuando pueda acostumbrame a esta nueva forma de presencia tuya que no me deja. Para cuando me amigue con tus recuerdos y ya no me desgarran el estómago. Te quiero chuleta chuletoide

domingo, 19 de junio de 2022

SCHATTEN

 Escribo…. ¡Cómo si pudiera escucharme!... Porque entender, entendería… si pudiera escucharme. Escribo porque exploto. Porque fué imprevisto y no logro que me pase por la garganta. Porque por eso prefiero llorar sola, para que así, no se vuelva real. Lloro, porque es la más fuerte de todas. Tanto, que ni señales dió hasta que parece ser tarde. Lloro, porque tenía pensado otro final. Un final cansino. Caminando lento por el parque. Acompañando sus lentos pasos, su sordera, su ceguera. Lloro porque imaginaba un par de años largos luego de que el año pasado esquivara la erliquia. Lloro porque siento que me acompañó toda la vida. Y porque tardé mucho en quererla como debía, y tardamos mucho en entendernos como lo estábamos haciendo. Y le estaba intentando devolver en alegrías, todos los momentos malos. 

Porque cuando llegó a mi vida, ella tenía demasiada vida y yo demasiado poca. 

Porque no lograba comunicarme ni entenderla. Hasta quise devolverla. Y fui muy dura. Y descargué con ella hasta lo que no debía. Y se volvió temerosa. Respetuosa. Dura y rígida. Es la que escondía bajo el almohadón del sillón los juguetes de Frida para que no juegue. Es la que se volvía posesiva. La que no dejaba que se le acerquen si ella no quería, porque tenía miedo. Se tomaba su tiempo hasta estar segura de no ser lastimada y recién después, no te la podías sacar de encima. La que siente lo que siento. La que se deprime si estoy triste, pero encontró como hacerse el espacio para levantarme. La que me lee. Me lee las caras, los gestos, las palabras. La que a veces intenta hablarme (hay testigos). La que me escucha putear o golpear muebles y se esconde en el baño. Y por suerte el último tiempo, lo hacía menos. No porque yo no putee ni golpee muebles, sino que logró entenderme y saberse a salvo. La que padeció junto a mi los malos tratos y temió más que nunca… hasta que dejó de esconderse al oir los gritos y comenzó a pararse junto a mi o sobre mi. La que se ofende de nada y te lo hace saber, con la mirada o con el vacío. La que no para de comer, y si es robado, mejor. La que espera que me duerma para escaparse a la cocina y revisar la mesada. O espera que me vaya para revisar la mesa. Últimamente, ya ni esperaba que ma vaya. Delante mio ociqueaba todo lo que podía tomar. La que en la calle amaba hacer su vida. Romper bolsas de basura, comer porquerías… e ignoraba perros, gatos, personas… hasta que le ponía la correa y se resistía. Aunque aprendió. Últimamente, si le ponía la correa, caminaba a mi paso, a mi lado, tocando mi pierna. La que empezó a perderle el miedo a la gente y hasta buscaba que le hagan mimos como a Candela. Aunque esto, rara vez se daba, porque ponía cara de mala y daba miedo. La que no crecía, la que era vieja desde antes. La que retaba todo el tiempo a candela y a la vez la cuidaba como nadie. La de las rutinas bien marcadas. La que tiene sus lugares inamovibles. La que va de copiloto en el auto. La que cada vez que ve un perro parecido al viejo, le quiere jugar. La que cada hora va al portón a buscarme. La que se sienta en el portón cuando es la hora de que llegue. La que sabe la hora de comer. La hora de dormir. La hora de pasear. La que le gusta mandonearme. La que aprendió a dormir espalda con espalda, pero se acuesta antes que yo en mi lugar y tengo que sacarla. A rastras. O espera que me levante para dormir un rato en mi almohada. La que a veces sonríe y te hace saber que es felíz, y te hace felíz. La que odia bañarse, pero se deja bañar. La que, me estoy dando cuenta, llena todo el lugar. La que en su ausencia te deja sola. Porque es mi sombra. Donde voy, va. Donde estoy, está. Por eso es Schatten. 

Lloro, porque es la más yo de todas.

Me faltan muchas cosas por decir. Pero me duelen hasta los dedos. Estoy ahogada. Espero que sigas tan fuerte como hasta ayer. Espero que nos regales un tiempo extra para malcriarte y despedirnos como nos merecemos. Espero que puedas cubrir mi espalda un tiempo más, porque todo es más invierno para todas ahora por aca. Espero poder cantarte. Espero poder decirte esto. Ojalá pudieras saber que no estoy con vos porque no puedo. Ojalá no pienses que te dejé sola. Ojalá los perros sueñen, y estés soñando un banquete en la parrilla, como la que tantas veces robaste. Te quiero.