domingo, 1 de agosto de 2010

Recuerdos cercanos de aquel tipo

Quisiera poder dibujar, con el índice en el aire, tu mirada. No tus ojos, tu mirada. Por eso debería ser con el índice en el aire. Ni acuarelas ni pinturas. Y Luego de lograrla, suspirar suave, cálido, y arremolinar el espacio en que dibuje tu mirada hasta delinear tu perfil, casi sonriéndome extrañamente

En ese orden y en esa impresión. Así te ví y crucé. Así comenzó el collar de recuerdos. Estos dos primeros.
Todo en penumbras, lleno de sombras de poca luz, de figuras que se movían alrededor. Y dentro de la amarillenta penumbra, en cualquiera de las salas que estuvieras, podía sentirte, más que verte.
Hasta que me capturaste. Me aparté del frenesí para verte desde afuera. La ventana apenas brindaba algo más de claridad de alguna bombilla perdida en la entrada. Por la reja entraban más ramas que luz. Me senté en el borde a ver, a verte… porque clave mis ojos en tu nuca y no pude moverlos cuando te diste vuelta a mirarme. No pude bajarlos, no quise… quería verte, mirarte. Solo pensaba en que tal vez no lo notaras. Cuando me di cuenta caminabas hacia mi, hacia la ventana. Por suerte estaba sentada en su borde, de espalda a la luz de la bombilla junto a las frondosas ramas.
Pero no me hablaste. Apoyaste tus codos en el borde, en el mismo borde en que yo estaba sentada, por donde entraba la luz, mirando afuera, como buscando algo. Todos tus movimientos eran lentos y casi como si pudieras sentir que estaba petrificada, que mi estomago se había fijado al marco de la ventana mientras mis ojos seguían tus movimientos. Me miraste desde abajo y sacaste un cigarrillo. NO puedo precisar si me convidaste, si me pediste fuego, o si ni siquiera me hablaste. Pero fue allí donde por primera vez vi los ojos que portaban esa mirada que me perturbaba.