jueves, 27 de agosto de 2009

Garganta con arena, raspa y ahoga

Era una niña pequeña y como tal, creía que de noche las estrellas trepaban por las nubes hasta el cielo para iluminar los caminos de la gente que se perdía, de los que no podían dormir o de quienes, profundamente esperanzados, querían pedirles deseos. Pensaba que de día las estrellas, al perder luz frente al sol, bajaban a nadar a los ríos y lagos, quizás a algún estanque. Sabía que, de alguna forma, entre el cielo y la tierra no había grandes barreras. Aun asi, nunca pronunciaron sus labios un pedido, pero sabe que de alguna forma miles de veces lo formuló… mientras seguía, todas las mañanas, levantándose a buscar estrellas en su aljibe.
Un día, como tantos otros, miró minuciosamente el agua estancada, verdosa, pero no halló brillos astrales. Sin embargo, algo se movía y le llamó la atención. Un mechón de pelo se movía entre sombras. Hundió su brazo hasta donde pudo y extrajo del brebaje una extraña criatura. Hermosa e inquieta, ni bien puso los pies sobre la tierra comenzó a moverse con sorprendente soltura. En un principio el temor se apoderó de ella…. Era algo desconocido, con boca acida, pero a la vez la curiosidad le impedía huir del lugar. Intentó un diálogo. Era difícil, parecían hablar el mismo idioma pero costaba que se entendieran. Finalmente intentaron con los ojos. Naturalezas distintas, llenaban el aire de chispas y chillidos, pero la criatura era de las estrellas y ella la quería. Ella limpiaba el agua con cloro y la criatura la quería.
Apartir de ese momento, día tras día se encontraban en el fondo del jardín a intentar comunicarse… mientras ella echaba cloro en el agua, la criatura le daba luz de los astros y le daba calidez a sus días. Tanto hasta que se quisieron.
Durante las noches la criatura volvía a esconderse en las aguas estancadas, y así cada mañana al sacudirse en un afectuoso saludo, salpicaba con el agua barrosa sus ropas. Pasado el tiempo las extrañas visitas se volvieron parte necesaria del comienzo de los días. Luego había que ir a la escuela, en la que ninguna de sus amigas creían sus aventuras. Ninguna la entendía.
Ella volvía al jardín, ya no solo de mañana, también de tarde o de noche. Hablaba y hablaba. Le contaba de sus cosas y le pedía cosas que la criatura no respondía. Ahí ella se enojaba y por algunos días seguía de largo su camino sin pasar por el aljibe. A veces era al revés, y ella suponía que no había comprendido lo que le decía. Esta situación la llenaba de angustia. Decidió firmemente espaciar sus visitas. Dejo de llevar el cloro escondido en la mochila. Dejo una botella junto al aljibe para que la criatura limpiara sola su hábitat. Así, buscaba no pensar tanto en el tema y alejarse del fondo del jardín. Intentaba asomarse si veía el agua mas limpia… pero cada vez se enturbiaba mas. Entonces se sentó mirando la noche, de cara a las estrellas, y por primera vez dejó salir de su boca un deseo.
Por la mañana encontró a la criatura esperándola, junto al estanque. Una mueca de lo que suponía ser su rostro le sonreía. El agua en el aljibe reflejaba hermosamente el sol. Supuso el agua completamente limpia. Corrió hacia la criatura y decidió abrazarla. Miro al fondo del aljibe y se dio cuenta que el reflejo la había engañado. El agua seguía sucia. Y así pudo ver que la botella dejada junto al aljibe no era cloro sino aceite. Desesperó. Apretó la criatura contra su pecho y el frío le hirió la piel. La criatura se convirtió en una masa inmóvil y ella, al abrir los ojos y sentir su ausencia, descubrió a sus pies un montículo de arena. El abrazo fue infinito, sabe que duró años, y puede dar fe de lo que significa sentir la frase: como arena entre los dedos. ¿Por qué ella quería limpiar el agua? ¿Por qué la criatura dejaba que la limpie? Tal vez, el cloro le hacia mal y era eso lo que ella no entendía y lo que enojaba a la criatura. Tal vez no era la criatura la que necesitaba limpiar su agua. ¿Por qué ella nunca pudo limpiar su propio aljibe ni convertir sus entrañas en estrellas?
Ahora esta convencida que el cielo no se toca con la tierra, que las estrellas no cumplen los deseos, que la arena tiene sabor amargo y que su aljibe no puede dar luz.

La hallaron varios años después, hundida en el aljibe, seco, con la panza llena de arena y los ojos sin brillo.


- Mirá una estatua en un aljibe!


Hoy ya no mira las estrellas, bajo la boveda de un frio museo.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Tableros

Dimos varias vueltas al tablero
Pasamos por la línea de llegada
Y la vimos del revés
Para hacerla de largada

Tuvimos turnos de suerte
Y malas rachas
Perdimos tiros, fichas
Retrocedimos casilleros
Otras avanzamos y
Obtuvimos comodines

En un juego en el que no debiera haber perdedores
Jugando con distintos colores
Pero compitiendo entre nosotros
El ultimo tiro fue difícil
Perdimos algunos dados
Se cayó el tablero
Y se desacomodaron las fichas
Decidimos seguir
Confiando en que cada uno tomaría la posición necesaria en el juego
Como para un empate
Negociamos tiros, lugares conquistados y apostamos nuevamente a escucharnos
Entendernos, entender al otro en un esfuerzo por comprender aun lo que parece innecesario
Estar atentos a los detalles y a los grandes hechos. Resolver es hacer. Hacer lo chiquito y hacer lo grande. Yo tire y perdí un lugar en uno de tus casilleros, y todavía espero
Aunque vos sigas tirando
Hasta q no me des lo que pedí no muevo
No puedo
Igual voy a esperar un par de jugadas más
Cuando veas esto será porque el reloj marcó el limite
Demasiadas fichas en ese casillero
Vos seguiste jugando
Y yo perdí todos mis tiros

martes, 11 de agosto de 2009

Inventario

Una bici sin cadena

Una casa sin agua caliente

Un lavarropas que no enjuaga

Una compactera que no lee cd’s

Unas columnas sin vidrio

Una mesa sin lugar

Una persiana para tener cerrada

Un Porta lámparas sin foquitos

Macetas sin plantas, tierra sin árboles

Botellas sin contenido

Cuadros sin marco

Fotos sin colgar, pintura sin usar

Besos para guardar y no poder dar