viernes, 29 de enero de 2010

Juventud gris, futuro negro

Va con el paso cansado,
en la cara en vez de sonrisa, una mueca
muerde entre dientes un cuchillo
Y con la lengua envenena

Los perros lo andan buscando
Para pedirle algunos “mandados”,
Los perros le habían ladrado
Porque él se había negado

Su historia lo ha golpeado,
fue dura la calle en su vida,
es el gris de los adoquines
lo que lleva en sus ojos cuando mira

Los perros lo andan rondando
Algunos favores querían
El tranzaba hasta con la parca
Pero no con la policía

Siempre andaba metido en líos
Pero sabia lo que no quería
De muchos había escapado
Pero no de todos se escurría

Así caminaba una noche
En la boca la vela encendida
Se tiraron sobre el 3 perros
Vestidos de policías

Golpearon su cuerpo todo
Y dejaron su cara hundida
Nunca cambió la mueca
Y desapareció en la comisaría

Otros lobos aúllan el barrio
Huelen la carne podrida
Los perros se andan cuidando
Han despertado a la jauría

no se hace camino al andar

La lluvia comenzó como una liviana cortina de suspiros. Estaban en la calle desprevenidos y tampoco dieron muestra de preocuparse por el agua amenazante. Los pies contaban las baldosas, acompasando el ritmo y las respiraciones. Ella lo tomaba por la cintura del pantalón y cada tantos pasos el debía ajustarlo nuevamente a la cintura. Ella no se daba cuenta que dejaba caer el peso de su cuerpo en esa mano.
Siempre a punto de volver, el sugería una cuadra mas. Y ella camina, así sin saberlo, cada paso creía que se alejaban, pero solo estaban volviendo.

martes, 26 de enero de 2010

Noche de verano

Las palabras se repetían insistentemente. Luego de un rato habían perdido sentido y ella no las escuchaba mas, solo las oía. En un momento una de las voces dijo:
– 35º de sensación térmica.
Ella se detuvo, como si la hubieran llamado, dió la vuelta y fijó sus ojos en la pantalla. Las 22.30, leyó…
- Parece que hace calor, pensó, y prendió el ventilador.
Imaginó la noche de azul profundo, derritiéndose como plastilina caliente sobre las casas y los árboles. Pensó que sería buena idea despejar su cabeza. Tomó las llaves y cruzó la puerta. En el pasillo notó que había olvidado su celular, pero no importaba, ya no lo llevaba a todos lados, ya no esperaba que sonara.
– Que noche hermosa, ¿no?, exclamó.
Pero sus palabras se dispersaron pesadamente por la poca brisa que corría. Ni el eco de la calle le respondió… las sombras se removieron un poco para mirarla y se acomodaron nuevamente para continuar rindiendo tributo a la luna. Dio la vuelta de rigor a la manzana y la noche no dejó de ser bella, pero lamentó íntimamente no poder regalarla a nadie.
Al término del paseo volvió a su casa y, por primera vez en muchos días, su cuerpo tuvo el acto reflejo de entrar a la cocina para armar una cena. Cocinó una carne, preparó un acompañamiento, limpió la mesa (llena de todos los restos de las cosas de la semana), colocó una vela en el hornito para llenar de perfume la casa y se sentó en la cabecera. Se rió de sí misma al ver frente a ella el salero que había colocado y que sabía que no iba a usar. Comenzaba el camino hacia una mas de las largas noches, pero ya lo transitaba con la dejadez del condenado que aun no tiene condena pero ya se encuentra en la cárcel. No sabía si era el calor, o el te de hiervas o el gran malestar de su panza, pero sus movimientos eran llamativamente lentos. Como postre, puso un poco de orden a su alrededor y se sentó a fumar. Quería que ese cigarrillo fuera eterno, ya que al terminarlo se dirigiría desanimadamente a intentar dormir, aunque ya se ha vuelto una rutina el asimilar que ese, es un ejercicio aun mas difícil que el de levantarse.
Dio las 200 vueltas de costumbre, cambió 20 veces de lugar las almohadas, hasta que al fin se animó y, tímidamente, como si no debiera, se deslizo hacia el lado derecho de la cama. En su piel sintió que aún quedaba un resto de presencia allí, y decidió gastarlo sin miramientos. La próxima noche buscaría otro motivo para dormir, hoy necesitaba descansar.
Sonó por fin el despertador, al cual deberá buscarle un nuevo nombre porque no se despierta lo que no se duerme. Sintió que un rato había conciliado el sueño, y había soñado que dormía. Pero los huesos y su espalda le pasaban factura de la falta de descanso, y su cara le resultaba ya irreconocible en el espejo.
A tientas, puso la pava en el fuego y levantó la mano para tomar una servilleta de papel. Nuevamente se sonrió al ver que ya no quedaban. Jamás pensó que se terminarían, pero así fue, una a una se desgajaron secando gotas de agua con gusto a sal sin que ella llevara la cuenta.
Se bañó intentando despertarse, de cara al agua para deshinchar sus ojos. Nuevamente la vuelta a manzana de rigor, pero casi ni se dio cuenta de haberla hecho. Se cebó unos mates de agua hervida, luego de haber puesto por cuarta vez el agua y olvidarla, y salió camino al trabajo. Era tarde, para variar. Y llegaría mas tarde aun porque, una vez mas, doblaba en la esquina que no debía doblar. Son esas cosas que no se pueden explicar. Aquella esquina que siempre olvidaba cuando debía tomarla, hoy la llamaba invariablemente y la hacía perder, cuando no debía doblar.
Es un despropósito, pensó casi enojada, dar la vuelta cuando ya no hay que darla. Prendió la radio y subió el volumen lo más alto que pudo hasta ahogar sus pensamientos.
- No debí doblar... fue lo ultimo que se escucho hasta el silencio.

lunes, 25 de enero de 2010

Tumbas de escombros, y mas tumbas


Por HAITI

No recuerda que pasó. A penas si recuerda los últimos minutos. Pero difusos, sin entender demasiado. Mientras, sin que ella se de cuenta siquiera, una mano la jala desde el polvo y la oscuridad. Se sienten ecos de risas y aplausos, pero le resultan muy lejanos.

Intenta hacer memoria para entender que pasó, pero hay un momento en que su recuento se detiene, se ahoga, se pierde en el tiempo. Sabía que recostó su cabeza en el duro colchón. Era tarde en la noche. Esperaba un sueño profundo que le permitiera viajar más allá de su tierra. Le gustaba imaginarse un mundo distinto donde vivir.
-Vivir… ¡Sería tan bueno vivir!
Repetía como letanía al cerrar los ojos y así mitigaba el dolor del pesado trabajo en sus pequeños brazos y delgadas piernas. El trabajo la agotaba, pero sabía que eran rachas, que luego podían pasar meses enteros sin conseguir nada que hacer, así que había que aprovecharlas.
Aunque es una niña, tiene sólo 12 años, en su tierra ya es vieja. Su tierra se consume a la gente, se consume lo humano de las personas. Es una tierra llena de peligros. Una vez había estado al borde de caer en una trampa, en una mentira de espejos de colores. Su madre la había rescatado a tiempo de ese pozo del que pocas regresan. Un hombre la había cruzado en la calle y le había ofrecido viajar, le hizo cientos de promesas. Le dijo que conocía un lugar fuera de su tierra en que le podrían dar empleo y ella podría mandar plata a su familia. La madre había escuchado a otras madres llorar amargamente la pérdida de sus hijas en las redes de la trata y estaba sobre alerta. Al escuchar a su hija temió por su vida y no dejó que saliera de su casa. Esto duró poco tiempo. El padre quedó nuevamente sin trabajo y el arroz ya no dibujaba un gramo de carne sobre los huesos de ella y sus hermanos. Entonces salió nuevamente a las calles, pero con la advertencia de su madre resonando ante cada paso. Ella, a su edad, aun no entendía demasiado, pero había visto a su madre desvelarse, degradarse, pelear en la calle por una bolsa de alimento para ellos y suponía que, entonces, la advertencia era correcta. Pero toda advertencia no era suficiente en esa tierra, y todo recaudo era escaso. Finalmente terminó entendiendo los peligros de los que le hablaba su madre en los brazos de un marine norteamericano, que se había ofrecido a acercarla hasta la casa. Entre llantos, e inmersa en una profunda vergüenza, supo que la vida podía ser aun mas dura de lo que creía. Ese día perdió su niñez, la rabia había terminado de echar raíces es su pecho en ese instante, y junto a ello había perdido el respeto a la muerte.
Recordaba estos detalles mientras sus ojos se contraían de dolor y continuaba intentando reconstruirse en la prisión que se encontraba.
Volvió un rato en sí, sacudiendo su cabeza para acomodar esas verdades, su panza le dolía, porque recordó que esa noche, antes de acostarse, no cenó. Como tampoco había almorzado. El hambre le pasaba factura.
Recordó que mientras dormía sintió que la tierra se estremecía pero, al abrir los ojos, solo había oscuridad. No podía distinguir si seguía despierta o dormida. No podía ver, pero escuchaba. Su hermana, que minutos antes dormía junto a ella en la cama, lloraba, con un llanto ahogado y lejano. Logró escuchar los gritos desgarradores de su madre unos instantes. Luego todo se hizo silencio. Permaneció inmóvil horas enteras, presa del miedo. Sentía que le faltaba el aire, se sentía aprisionada, y pensó en la muerte. Hacía tiempo se había hecho amiga de la muerte, la veía todo el tiempo en todos lados. Y ahora a solas, en la oscuridad, le preguntaba mirando directo a sus cuencas vacías:
- ¿Por qué?.
Pero hasta la muerte se encogía de brazos ante la insistente pregunta de la niña… No podía explicar el porque, pero le contó una historia. La muerte trabajaba junto a su mejor cliente, el capital, con quien habían ideado un sistema que había transformado la sociedad en un mundo de muertos en vida, en millones que tenían como destino asegurado una fosa, una guerra, una hambruna o una catástrofe. Y este era el plan perfecto… donde todo parecía natural y se eximían de culpas ante los ojos de sus víctimas. Ella se comía la carne de los cuerpos, sus socios se comían la vida y dejaban los cueros vacíos, sin anhelos, ni esperanzas, ni ganas de enfrentar el destino.
No sabe cuantos días pasó así, recuerda haber llenado la oscuridad y el tiempo con recuerdos y meditando las palabras de aquella sombra instalada junto a ella. Pensaba que tal vez esta vez el sueño le había jugado una mala pasada, e intentaba combatir la pesadilla con otras imágenes. Esto no era fácil. Su vida de despierta era también una pesadilla. Y así siguió alimentando su ira, endureciendo sus ojos y resquebrajando la piel de sus mejillas
Comprendía profundamente las palabras de la muerte. Porque ella intentaba todos los días enfrentar su destino. Ya imaginaba que algo así no podía ser por nada. Porque veía también a aquellos que no pasaban hambre, a los que no les faltaba nada o incluso les sobraba. Sabía que si un Banco declaraba crisis, millones y millones de dólares entraban en su arcas, millones y millones de dólares que podrían entrar en su boca y la de sus hermanos con comida, medicinas… y miraba a la muerte a su lado que asentía, sin darse cuenta que el hambre le jugaba una mala pasada… aquella sombra con la que hablaba era su propia sombra, tan flaca, tan débil, que le parecía la muerte.
Igual ella seguía conversando, y su ira tomaba forma, tomaba nombres, tomaba ideas. Pensaba entonces en cambiar, se perdía de manera casi febril en estos pensamientos que llenaban de bronca su pecho y permitía que su corazón no dejara de bombear. Sentía que así la oscuridad que la rodeaba se llenaba de luz y entraba aire... era finalmente la mano que la jalaba y logró sacarla de entre los escombros. La luz la cegó por un instante y vio su casa, pedazos de piedras dispersos, vio su tierra, bajo toneladas de escombros y dolor, y los vio a ellos, alegres, gritando… y no podía comprender tamaño acto de locura, tal fantochada.
Los miró a los ojos, con esos ojos llenos de oscuridad, de dureza, de tristeza curtida y oxidada con el tiempo sobre las pupilas… La muchedumbre hizo un profundo silencio, y sintieron cada uno dentro que la sangre se les detenía.
Con la última bocanada de aire que le quedaba les dijo, como en un estado de demencia: - Esto no debía pasar. Todos saben que no… Esto es muerte sobre muerte.
Hambre sobre hambre. ¿Lo que viene? ¡No quiero ni pensarlo! Mis brazos ya no responden para pelear contra los responsables. Mi voz, a penas puede oírse ya…
(Silencio)
- ¡Si ninguno de uds está dispuesto a ver que esto no es porque la naturaleza se revela contra nosotros, sino porque nosotros no nos revelamos contra las verdaderas causas, por favor, vuelvan a enterrarme!. Pero de ser así, entiérrense todos con migo, ¡Porque entonces ya estamos todos muertos! Y su última palabra se llevó su vida.

Algunos se retiraron del lugar con una profunda angustia, pero otros se llevaron en la mirada un brillo extraño de los ojos que aquella niña les había dejado. Con los puños fruncidos se dispersaron… Tal vez tomen la posta y también estén anidando en su interior la ira para salir de sus tumbas.

Cuentos

Tus sombras acaban de volcar el tintero sobre los próximos cuentos que tenía en mis dedos y salpicó mis ojos.
Mis sombras se ríen una vez más ante mis vanos intentos de mantenerlas a raya. Disfrutan sádicamente, porque hago mil intentos para que no me toquen y contaminen, pero dejo que las tuyas me abracen hasta estrangularme.
Hay cuentos que duelen. Eso esta claro.
Vamos escribiendo capítulos felices, como de mundos de hadas… sabiendo que el final fue en realidad el inicio de los cuentos. Y sabiendo de antemano que el final es un alud de fuego que terminará quemando uno a uno los capítulos que nos llevaron hasta el. ¿Es difícil escribir la historia al revés? Más o menos. Lo difícil es escribir historias que no concuerdan con el desenlace.
Pero esta es la vida real, y aquí en este mundo las perdices fueron devoradas por los lobos, y las pocas que quedaban se comieron entre sí. Las plumas todavía volaban por el aire cuando esta mañana, con la última bocanada, se atoraron en mi garganta hasta ahogarme.

Oleos de la noche

El aroma del óleo tapa el perfume
El agua ras remueve las marcas
Los colores tapan las imágenes
Los ojos sobre la pintura secan los propios
Acariciar el papel con los pinceles
Pensar en el mundo que surge de mis manos
Descubrir la vida que surge
Cuando las manchas de colores se suman
Meterme en la pintura
Y pasar la noche allí
Viviendo los colores de la hoja
Evitando los dolores de los sueños