jueves, 28 de agosto de 2008

NO R.I.P.


¿Quién puede atreverse a sostener que nuestras artes no están impregnadas del tiempo que vivimos? ¿Quién puede afirmar que el tiempo que vivimos no lleva la marca indeleble de las relaciones económicas bajo las cuales nos desarrollamos? Si vivimos esclavizados, si nos relacionamos limitados por miedos y prejuicios creyendo que quien esta junto a nosotros es un enemigo, un competidor. Si nacemos y morimos condenados sin expectativas. Si vivimos y morimos alienados. ¿Cómo no habría esto de marcarnos? La realidad de nuestras vidas nos causa impresiones. Impresiones físicas, psíquicas… Entristecemos, nos alegramos, nos llenamos de ira, nos complacemos, contemplamos, actuamos. Sentimos. Como una masilla que se moldea con las manos de aquellos que en algún momento fueron llamados dioses, pero que a la vez nos deformamos y volvemos a formar al entrar en movimiento y vivir nuestra realidad. Estas impresiones se transforman en ideas como producto del choque de los estímulos y nuestro propio yo, estas ideas se transforman en acciones, palabras, colores, formas, pequeñas realidades que suman en la realidad e interactúan en ella, volviéndonos a moldear . He aquí el caso de las palabras. Una pequeña fuga de presión que se derrama sobre las hojas o los teclados pintando y dando forma a las incorpóreas sensaciones que nos invaden. Anhelos, premuras, contradicciones, dolores. Pequeñas dosis de bálsamo de nuestra existencia. ¿Cómo negar la relación de las palabras con lo que vivimos? Si hasta aquellos que les dan vida propia no pueden escapar del óxido de esta sociedad que corrompe sus sentidos. El escepticismo en el hombre los golpea como un látigo flagelante. Arrastran el dolor de siglos de opresión y miseria, y se encargan de derramarlo y esparcirlo en hermosas frases y decoradas morfinas de resignación. Hacen del estancamiento un estandarte y de las miserias humanas la mejor justificación de su cobardía. “Nada se puede cambiar, me he librado del enorme peso de reflexionar sobre mi existencia y mis acciones, ahora puedo dedicarme a vivir la vida lo mejor que pueda y a dejar de sufrir por lo imposible.” ¿Quién puede sostener que esto no es producto de las propias condiciones económicas que parecen estar al borde de los callejones sin salida arrasando con la humanidad a su paso? ¿Quién puede negar que este sistema de guerras, sangre y dolor no ha llevado a millones a perder todo tipo de esperanza en el cambio del hombre y en el hombre como actor del cambio?. La comodidad del “realismo” frente a la incomodidad de lo “utópico” es una de las invenciones más acabadas y complejas que este sistema a logrado como agente conservador del orden y como reacción a todo indicio de cambio progresivo. El arte, la filosofía, la cultura, han sido tomadas por asalto por este virus de agonía. Un virus de miopía que impide ver que la realidad es mucho más compleja que la simple voluntad del hombre. La miopía de la negación de la realidad en su bastedad de contradicciones. Aquello que se nos presenta como un bloque de hormigón, firmemente construido, inalterable, con el peso perturbador que puede tener la lápida sobre la tumba. Aquello que ha “devenido” para quedarse “deviniendo” en nada. Aquello, no es mas que esto que tenemos a mano, aquello que construimos, justificamos o derrumbamos de acuerdo a desde donde se lo mire. Yo decido estar del lado de afuera y no en la tumba. Decido poder despojarme de la protección y comodidad de la tierra negra que nos traga para poder escrutar cada grieta de la piedra y encontrar su debilidad, su punto de apoyo, su desgaste, y derrumbarla. Sacudo los gusanos que se alimentan de mi carne putrefacta y me pongo de pie. Extiendo mis manos hacia otras manos que rasgan con desesperación las paredes de sus ataúdes. Aquí ya no descanso en paz. Aquí ya no descanso. Aquí me muevo, me agoto, me expongo, me canso… en paz. Batallo contra los enterradores, contra quienes día a día siguen tirando paladas de tierra sobre mi cuerpo. El olor a carne podrida y a humedad se siente distinto desde acá, no invade los cerebros ni obnubila… desde acá se ve el campo, un jardín, mas allá los árboles, mas allá cientos de personas vivas, y al fondo un hermoso amanecer. Esta tierra maldita regada por nuestra sangre y nuestras lágrimas, que se come nuestros cuerpos y nuestras cabezas, no es la única tierra posible. ¿Quién se atreve a decirme que mis palabras no son producto también de esta realidad? ¿Qué mi capacidad de ver la muerte pero también de saber que si hay muerte es porque hay vida no es producto de la misma realidad del que calla en la tumba? Busco las contradicciones mas allá de lo que me dejan ver, de lo que quieren que vea. Me transformo en un sujeto de verdad, pensante y actuante, intentando romper con los pensamientos y acciones que “deberían” corresponderse con mi historia. Quiero hacer mi propia historia. Y entonces mis palabras se vuelven lacerantes llamas de fuego que molestan y queman, que transforman la realidad. Palabras que son desacreditadas por ejércitos de muertos vivos que han encontrado en sus palabras armas de dominio y han impregnado la época de tristes imágenes de derrota. Pero también hay otras voces, voces que hacen coro con la mía. Y de apoco mas ojos se abren y mas voces se escuchan. Las silenciadas del pasado llegan hasta nosotros desgarradoras, incitándonos a no dejar de escucharlas, a seguirlas, a encontrarlas. Otras voces de desesperación que se han cansado de ahogarse bajo tierra y sin saber aun a donde ir, saben por lo menos que quieren salir de sus prisiones. Voces, nuevas voces, que preguntan, indagan y se mueven escurridizas buscando también una nueva historia.
Mis palabras también dan cuenta de lo negro y del oprobio, de la desesperación y la miseria, pero no para regocijarse en ellas. Mis palabras se llenan de sangre y dolor porque el cementerio de este mundo las impregna. Pero doy cuenta de ello para acusarlo, para desnudarlo, para debilitarlo, para atacarlo, para poder llegar al día en que mis palabras no sean solo herramientas de libertad sino que finalmente sean libres. Que den cuenta de una nueva vida donde las pasiones que dan humanidad sean patrimonio de todos los mortales. Donde los mortales sean vivos. Donde los inmortales estén muertos.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

...

Espiritu Muajajesco dijo...

Ese texto va a ser leído en el futuro. No es que haya caído en una actitud chupamedil, sino un mezquino intento de que, cuando trascienda y se lea, y estudie como texto prerrevolucionario en el futuro, quiero figurar y regodearme de haberlo predicho.
Creo que creo.
Elegí nadar en la mierda mucho tiempo, y hasta aprendí a hacerlo.
Basta.
Esto (el texto) tiene un gran potencial.