miércoles, 20 de agosto de 2008

SUEÑO DE ESCAPE 2

¿Una nueva oportunidad? Se abrió ante su figura la noche mezclada con la oscuridad y el brillo de los tibios faroles. A sus pies, una calle amplia de adoquines, húmedos, grises tornasolados de pequeños reflejos. Caminaba como sabiendo a donde ir, sabía que era una madrugada sin sol. Sus pasos retumbaban vaya a saber donde, lo que le indicó que la inmensidad debía de estar flanqueada por algo que le daba fin. Llegó a una esquina y escuchó música, risas, gritos, y una voz de altoparlante invitando a acercarse.
- Chicos, chicas! Vengan a festejar el día del niño! Hay premios y sorpresas, y
mucha música para cantar y bailar.
¿A quien se le ocurría festejar el día del niño un domingo de madrugada, con frío y fuera de fecha? Conocía la voz y le sorprendió. Caminó en diagonal a la plaza para espiar. Vió decenas de cabezas no muy lejos del piso con globos de colores, binchas, colitas, trenzas, flequillos y risotadas. Todos parecían muy felices sin dar cuenta de lo bizarro de la imagen. Sentados en círculo alrededor de nada. El animador animaba, incansable, aunque no lo escucharan. Ella se sentía invisible, sabía que nadie le prestaba atención ni daban cuenta de su presencia. También estaba la muchacha de voz angelical que, a pesar de posar su vista sobre ella, tampoco la vió. Protegida por la impersonalidad de la oscuridad y la nube onírica, hizo un breve paneo para tomar la escena de conjunto, apretando el abrigo para defenderse de la fría humedad. Sus ojos recorrían lentamente todo lo que se movía, pero nada tenía cara, de alguna forma todas eran espaldas. Una bruma gris los rodeaba y todo parecía estar en un universo paralelo… Tal vez ella solo estaba mirando el sueño, todavía medio despierta. Terminaba el recorrido cuando sus ojos toparon otros ojos. Eran los primeros que la miraban fijamente. Amplió el foco de visión para ver el cuerpo que acompañaba los ojos. Otra vez él. Lo temía… todo el resto de la escena quedó congelada como una gran escenografía de sonrisas paralizadas, igual que ella. El se despegó del fondo y adquirió vida fuera de la bruma. Se acercó sonriente.
- ¿Qué te parece lo que organizamos? Parece que la están pasando lindo ¿no?
- Si si, claro… muy divertidos. Estaba completamente perpleja. Era una trampa. Una horrible trampa que ella misma se había tendido. - Igual es tarde, yo me tengo que ir. (Quiso tomar distancia e irse, pero el pasó su brazo por sobre sus hombros y la abrazó. Sonaba desmedidamente amable, alegre.)
- Que bueno verte otra vez. Vamos a dar una vuelta, vamos a charlar, estuve pensando muchas cosas y quisiera compartirlas con vos.
- Es que se me hizo tarde, Tarde para que? Pensó ella. Es un sueño y no hay tiempo. Es una madrugada sin sol, es decir, no es. Era como un agujero en el tiempo, donde la realidad se dobló casi hasta quebrarse. Le sonrió y cruzaron la calle interminable. Llegaron a una oficina, o eso parecía, de paredes de vidrio y cientos de cosas arrumbadas unas sobre otras… Ya a esta altura nada la sorprendía. Dos sillones mullidos pero sucios y una silla en la esquina. El se acomodó en el sillón de espaldas a la pared y frente a ella. Ella se sentó, pero sin acomodarse. El comenzó a hablar. Ella lo miró hasta que perdió noción de las palabras. Veía que gesticulaba, su boca se abría y cerraba, indudablemente seguía hablando, pero ella no escuchaba. Por un momento volvió a mirarlo y llegó a entender que le decía: -33x33, 7x7… Le pareció sumamente incoherente y siguió reconociendo el lugar, viendo todo como desde lo más alto de la habitación. Volvió a dejar de escuchar, se había perdido en un detalle que le llamaba la atención. Casi llegando al techo colgaba un portero eléctrico con innumerables timbres. Incontables. Toda la penumbra de la habitación se perdía en la potente luz que enfocaba la imagen. Pudo ver que los timbres no tenían números, solo una palabra que se formaba en hilera descendente a la izquierda del tablero, en brillantes colores verdes, rojos y amarillos. Alcanzó a leer: Hippie pasá he!
¿Que querría decir eso? Pensaba y buscaba explicaciones. El interrumpió su parloteo cuando por fin la vio perdida. Se recostó sobre sus piernas buscando su atención. Ella fue volviendo nuevamente y llegó a escuchar:
-Estuve releyendo todo lo que me escribiste. Y pensé mucho sobre lo que decías…
(Esta confesión la conmovió.)
-… y pensaba en nuestra relación. Era una extraña relación pero linda, libre, y aunque pasaran cosas y el tiempo, ahí estaba. Y la pasábamos bien…
El frío comenzó a ceder y la luz se hizo más blanca. Ella lo miraba confundida, regocijada. Era una tentación muy grande. Esto era más fácil… dejar las cosas fluir en algún sentido incierto. Sin sentirse compelida a pensar, a actuar, a definir… solo estar. Sin miedos. Sin fantasmas ni titubeos. Sufriría, seguro, pero siempre podría echarle la culpa a el y salir eximida, sin responsabilidades… A medida que pensaba su mano, como con vida propia, se fue a posar sobre la rodilla de él que seguía hablando. Se calló. Detuvo sus movimientos, la miró fijo y la tomo por la nuca. Sintió su respiración muy cerca. Los ojos de él brillaban. Lo había logrado… La había convencido de volver a ser antes y revivir lo no vivido. De estar siempre huyendo parada sobre lo gris de la inexistencia. Zambulléndose en lo superfluo, no llegando nunca nada, no teniendo nada entre las manos. Esta vez no fallaría. Cuando la besara ya estaría abierta la grieta… ya nada sería igual.
Un ruido los sorprendió. El vidrio que simulaba una pared estalló sin astillarse, y el se abrió paso en la habitación. Ocupó la silla vacía y los miro, uno por vez, con ceño fruncido. Vestía la misma ropa que llevaba ese día fuera del sueño, su pantalón azul, remera blanca y campera de jean. Casi podía describir cada detalle, menos esa cara de enojo que jamás había visto. Los rulos caían sobre su rostro y le daban sombras especiales. Se inclinó sobre el y lo apartó de ella. Lleno sus brazos de cosas y le dijo:
- Acá estoy. Me demoré, llegué tarde, me entretuvieron. Me mandaste a buscar lo inencontrable para alejarme, para distraerme. Pero acá estoy. Ella ya no quiere escapar, quiere lo que quiere y no lo que puede o lo que hay.
Ella se despertó abruptamente, en ella y no en otra. Seguía allí, no había escapado. Sonrió y volvió a dormir. Esta vez al cerrar los ojos su sueño comenzó con los rulos en su nariz.

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