martes, 13 de mayo de 2008

Nacer al mundo una y mil veces



Le gustaban los colores, las texturas, los aromas. Vibraba con cada nota y los sentía en el paladar y en el pecho. Salía de noche, durante sus sueños, y juntaba todo lo que podía. Coleccionaba sueños, esperanzas, sonrisas, sensaciones, sentimientos… miel dorada, semi transparente, escurridiza, pegajosa, dulce… así los pegaba y guardaba, como entre celdas de panales. Entre todos formaban un gran mundo, una gran pequeña realidad. Intensa, absurdamente intensa aún… nadaba en ella como dentro del seno materno… la sangre y la oscuridad no asustan dentro de ese calor. En su haber contaba con pompas de jabón de palabras susurrantes, globos con perfumes de lugares y personas, cintas de colores para no olvidar los abrazos y las caídas, múltiples soles candorosos de caricias, tantos como noches de fantasmas… Todo casi en equilibrio. El aire era más denso, o su cuerpo más liviano… flotaba sobre los acantilados. El vértigo en el estomago le indicaba que bajo sus pies se extendía un inquietante vacío pero, íntimamente, no consideraba cierta una probabilidad de caída. La música como telón de fondo a la armonía. Manantiales cálidos con criaturas de colores que comían de la mano.
Un día, en uno de sus paseos matinales por su extenso reino, se detuvo ante uno de los límpidos manantiales. Una extraña sensación recorrió su interior. La mañana era brillante pero algo extraño perturbaba el aire y los sonidos. Al sumergir su pie en el agua, sintió frío. La sensación lo desconcertó. Temeroso, en un rápido movimiento de supervivencia retiró su pie, y dejó su mirada fija en los reflejos que no se quedaban quietos. Sus ojos titilaban entre su pie y el agua, el agua y su pie. Las pupilas dibujaron un gran signo de interrogación. Miró a todos lados… a las nubes con fantásticas formas, al pasto verde y oloroso, a todos los objetos que había recolectado y lo rodeaban… extrañamente tensos. Buscaba un dios, buscaba un algo que diera explicación a semejante tropelía y lo protegiera. Sólo el silencio respondía a su reclamo, un silencio más fuerte incluso que la música que llegaba en ráfagas débiles y temerosas. Definitivamente algo estaba fuera de lugar. Volvió su mirada al agua, incrédulo. Sacudió sus cabellos en un ademán contundente. Intentado despabilarse… Escuchó algo… indescifrable. -¿Cómo?... y el desconcierto fue mayúsculo.
Una nueva palabra para su colección: cambio. Decidido a que fuera un mal sueño, hundió violentamente sus dedos en la manta transparente del manantial. Una de las criaturas que antaño comiera de sus manos lo miró a los ojos. Nunca se había dado cuenta de la profundidad de esa mirada, en su pupila refleja un mundo extraño. La criatura se acercó, lentamente, midiendo cada centímetro hasta que estuvo a la distancia suficiente… una mueca y el dibujo de una boca mordió sus dedos, llenándolo de una sensación parecida al dolor que conocía… pero mas intensa. No era solo dolor físico… lo conocía. Muchas veces se había golpeando mientras intentaba atrapar visiones. Pero este dolor le tomaba todo el cuerpo, era una punzada física y una punzada de decepción… ¿Por qué no había dado cuenta de esos detalles de su mundo? De repente ante sí las cosas eran ellas y otras a la vez. Las reconocía propias pero a la vez no le gustaban. Mientras los pensamientos brotaban en su cabeza, la sangre brotó a borbotones sobre el agua y la tiñó de carmesí. Las criaturas se agitaron, furiosas, como si la sangre hubiese subido la temperatura del agua hasta hervirla. Una marea de calor inundó todo alrededor. Los aromas se alteraron y se mezclaron… danzaban los globos en el aire, cada vez mas hinchados por el calor, y estallaban en lo alto como grandes fuegos artificiales que festejaban vaya a saber que. Las pompas de jabón fueron las que primero cayeron, fueron las menos resistentes, en segundos, al unísono, se derritieron en el aire lanzando un compás de rumores sin sentido… todas las palabras correctamente guardadas y ordenadas se aturdían y perdían su sentido. Nuevos sonidos se descubrían ante los sorprendidos oídos. Las cintas se arremolinaron en el vacío, como arrancadas por una fuerza sobre natural, y de a momentos caían inertes, enredadas, anudadas, sobre la tierra. Daban un último respingo, como animal herido de muerte, y se sacudían, hasta quedar tendidas y confundidas en el pasto. Los días y las noches se alternaban en un ritmo propio, con un pulso indescifrable que aportaba en mayor grado a la confusión general. Los cuadros de las imágenes de los recuerdos se movían e intentaban escapar de los marcos. Se sacudían eléctricamente mientras a viva voz exigían libertad. Porque no eran cualquier recuerdo… eran recuerdos vivos… vivos recuerdos.
En las flores una extraña metamorfosis las dotó de un brillo y aroma mas intenso, a la vez que pequeñas espinas comenzaron a adornarlas. Los árboles de frutos, hasta el momento como adornos de escenario, demasiado altos para alcanzar sus brillantes frutos, se encogieron. Solo estirar la mano y se podían tomar… pero tardó en descubrir que si no los tomaba a tiempo también podían pudrirse colgados en las ramas. La muerte tomaba cuerpo y entraba en el mundo del ámbar. El extraño mundo… porque su mundo estaba cambiando. Desconcertado se sentó lo mas lejos que pudo de la caótica escena y, como espectador, miró cada transformación como quien mira una pirueta del ballet en un gran teatro. Allí, en el borde de su mundo, de espalda al precipicio. El tiempo pasaba y los cambios no cesaban. El tampoco podía seguir sentado. Nuevamente la curiosidad, la necesidad de tocar, oler, gustar… Debía armarse de valor y penetrar en el nuevo ritmo. Caminó con cuidado. Tocó, olió, probó, escuchó todo lo que pudo. Comenzó a sentir su mundo otra vez, pero distinto, y ordenó que todo volviera a tomar un lugar. Luego de esto, pudo reconocer la nueva disposición de las cosas, el nuevo carácter de sus sueños guardados, de sus recuerdos, de sus fantasías… sintió que ese mundo también le pertenecía, después de todo el lo había armado, simplemente se había alterado un poco.
Decidió darle nuevo orden. Decidió volver a agrupar, a probar, a volver a coleccionar nuevos sueños. Tendió su mano al vacío para levantar vuelo y el calor se intensificó en un estruendoso estallido. El tornasolado ámbar que sellaba su mundo reflejó llamas. Rojos, naranjas, ocres y amarillos… El lacre cedió y por las grietas se filtraron extrañas figuras e imágenes. Sueños y fantasías de otros. Múltiples mundos ocupaban impertinentemente su caos recién ordenado!!! Otras palabras, otras lenguas, otros dioses!!! Como se atrevían??? Nadie le había pedido permiso. Estaba indignado. Una cosa era que su propio mundo se revele… ¿Pero otros mundos? ¿Por qué no se quedaba cada uno donde le correspondía? Otra gran lección… hay millones de mundos en convivencia, y no piden permiso para pasar. La placenta se hizo agua, el panal se derritió. Un nuevo techo, la intemperie.
Ofuscado, desconcertado sin saber que hacer, veía que los olores y los colores se mezclaban promiscuamente, los recuerdos tropezaban con otros, se hacían amigos y salían a dar vueltas por ahí, sus fantasías chocaban ferozmente con otras… pero también encontraban otras fantasías afines con las cuales se hacían mas grandes y mas brillantes, igual que las voces, igual que los gustos…
Nuevamente se retiró a un costado a mirar. Esta vez no dio la espalda al precipicio. Había comprobado que su cuerpo ya no flotaba y el vacío le daba una gran sensación de peligro (una nueva sensación para su haber). Se sentó de costado. Desde allí podía ver su mundo en una impresionante e incesante metamorfosis aún mayor que la anterior sacudida. El precipicio de apoco se empequeñecía, o él se agrandaba… tal vez descubrir y reconocer lo que le daba miedo lo ayudaba a verlo de otra manera.
Fumó un cigarrillo dando la cara al sol y la espalda a la luna. Relajó su mirada. Sus músculos perdieron la tensión del peligro inminente y su adrenalina volvió a los niveles normales. Apoyó su mano sobre el piso, lo sintió firme y ya no quemaba. El músculo de su antebrazo debió hacer fuerza para impulsar su nuevo peso de su nuevo cuerpo hacia arriba para incorporarse. Al principio sintió que las rodillas de doblarían, pero pudieron sostenerlo erguido. Su espalda se desenvolvió vértebra por vértebra, sintiendo cada centímetro de nuevo aire a medida que alcanzaba más altura. Finalmente su cabeza se irguió. Desde esta nueva óptica podía distinguir todo lo que le correspondía a su viejo mundo, en la nueva melange de imágenes. Un viejo mundo que ya no lo dominaba, aunque estuviera allí… mezclado con cosas nuevas que despertaban nuevamente su curiosidad. Un nuevo mundo lo esperaba y lo llamaba. Lo viejo no desaparece, cambia en algo distinto… simplemente hay que comenzar a construir de nuevo. Sin olvidar las fantasías, los sueños, los olores, las sensaciones… un nuevo mundo se abre a los pies para sus manos. Para hacer realidad las ilusiones que en el viejo mundo eran quimeras.

1 comentario:

Espiritu Muajajesco dijo...

Anomalía. Crisis. Caída del paradigma.
Ese era Kuhn no? Solo que el hombre en sus teorías era un poco menos colorido, sonoro, tactil, olfativo y... saborido (?).

Suerte que no era como Narciso, o se hubiera ahogado en el estanque con su propia sangre.
El coyote caminaba por el vacío tras el correcaminos hasta que tomaba conciencia de donde estaba, tras lo cual debía caer irremediablemente. A veces asusta mirar para abajo.