lunes, 6 de abril de 2009

CANSADA

La mañana comenzó con frío y, aunque divisa el sol por la ventana, el frío se ha pegado a sus huesos humedeciendo en hielo los músculos… pero no los nervios.
Esta cansada. Se sabe profundamente triste y confundida… pero esta muy cansada. Un poco ha perdido el rumbo. El agobio ha ido ocupando lugares estratégicos pero no ha dado el asalto final aun. Se metió en el epicentro de la pandemia, vacunada, pero con poca convicción de estar protegida, por lo que el miedo sacude cada tanto, en graves espasmos, sus órganos vitales.
Lo peor de todo no es todo, lo peor de todo es que le cueste mirar por la ventana.
Su vida se pasea delante de sus narices, arrastrándose como una momia moribunda… la mira a los ojos y le pide ayuda.
Se ha convertido en instrumento, el arco al frotarla la cortajea, hiere su piel, la marca y extrae de lo más profundo de ella los mejores sonidos. ¿Cuál es el precio? Teme ensordecer. Teme que luego de todo lo hecho, se este derramando entre sus dedos una última melodía. Esta ensordeciendo. Ve del otro lado de la ventana el sol, supone que habrá más música…
Se debate en pensamientos mientras su estomago se quema en la acidez.
- Que queres?
- Querer
- No queres?
- Si
- Entonces?
- Quiero seguir queriendo, y no quiero. Por eso quiero
- Y la música?
- Tal vez no sea mi música. Tal vez escucho solo los sonido que mis oídos pueden percibir, pero hay otros que no escucho y siento. Esos me hacen mal.
- Es el músico?
- No, el músico y el instrumento. Porque tenemos voluntad. Yo quiero sonar. Me niego a resignar las melodías que escuché, por eso intento.
- Y cual es el miedo entonces?
- Que las heridas me dejan sorda. Siento tanto que por momentos me vuelvo insensible. Mi cabeza atropella mis sentidos e intenta retomar las riendas del asunto. Quiere poner orden…
- Tal vez sea lo mejor. Te siento ahogada. La garganta se cierra y el aire duele cuando entra
- Lo se, claro que lo se. Una y otra vez me repito que es la última vez. Una y otra vez me auto convenzo que no me expondré mas… y una y otra vez caigo.
- Porque?
- …
Los ojos se acalambran por la acumulación de sal. Los mares más bravos se escondieron tras sus pupilas y pugnan por salir. Sus músculos se escapan de su piel y la resquebrajan, buscan oxigeno. El piso se mueve bajo sus pies y se marea. Pierde el equilibrio. Teme. Se siente pequeña, impotente. Se siente a la merced de los climas intempestivos, de la naturaleza indomable. Pero es la misma melodía que la moviliza la que le brinda pequeños momentos de calma antes de volver a la zozobra.
Teme, teme haber roto la ventana sin darse cuenta. Tener un pie fuera sin saberlo. Teme que los dolores sean parte de las cortaduras. Teme no haber intentado lo suficiente. Teme haber intentado demasiado. Teme escuchar melodías que no son tales. Teme una realidad inventada.
Quiere querer. Debería quererse.

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