domingo, 19 de octubre de 2008

libreta

 Intenté ordenar el desorden. La semana ajetreada. Los malestares y los encuentros dejaban tras de sí, ropa y papeles, sábanas revueltas en la cama. Terminé así nomás. Las ganas de acostarme eran muy fuertes. No tanto el sueño o el cansancio, sino las ganas de cerrar los ojos para sentir más fuerte una interesante sensación de paz. Del pucho de la obra terminada. De la desangustia de las palabras habladas. Reconfortada. Me ganó la cama y el colchón alegre de poder respirar, destapado. La luz azul se encendió para pintar la oscuridad y emanó la extraña música del fin de semana. Las notas de terror que tanto asustaron, me paseaban por imágenes, por galaxias, por sensaciones. En el medio, otro sonido se filtró. ¿Un reloj? ¿En el cajón de la mesita de luz? Un tic tac extraño, acompasaba el hipnotismo de la luz azul. Mi espalda se estiró esperando. Cuando ya desistía, tu mano se posó en ella y la acarició, descuidadamente, como un acto reflejo. Como respuesta inconsciente al llamado desesperado de mi piel. Mi espera se abrió en cientos de manos que tomaban tu mano, en bocas que la besaban, todo mi ser te abrazaba y devoraba en los 10 cm2 de contacto. 

No sólo la angustia y la ansiedad aleja el sueño, toda sensación intensa es una danza mental contra Morfeo. Prendí la luz y busqué inquieta mi libreta. Hace más de 10 días que no la abría. Esta noche, es una compañía necesaria. Recibe placenteramente mis palabras mal escritas y desprolijas. Ansiosa de mis secretos. Nunca es suficiente. Siempre falta algo más para ser mejor, pero todo siempre es perfectible. Es, tal vez, un sendero sin llegada. Una escalera sin fin, que se sube o se baja. Aprendiendo a ver los rellanos. Sentarse. Hacer un pequeño balance y sonreír por todo lo que falta, pero con un poco más de seguridad de poder seguir probando. 

Los tiempos no son los mismos. Las tareas se multiplican. La mente y nuestras fuerzas son exigidas. Cada escalón ascendido nos permite ver los siguientes por subir.

Me paro en el rellano. Me siento. Sonrío. El camino se aclara y se hace menos duro. Estiro mi mano y tomo la tuya... el camino se llenó de perfume y de luz. 

El sonido se transformó en voces. Tal vez del espectro de la esquina del sótano. Vuelvo a sonreír. 

El tic tac no es un reloj desconocido. Es el aleteo del ventilador que ya había olvidado. Hoy el día luce una hora menos, pero fue un hermoso día. 

Si, comienza un verano. Me voy con los sonidos, el ventilador, las sábanas revueltas, el ser que duerme en mis pies y el ser que habita bajo mi cama. Me voy a tu encuentro para retomar el camino con más fuerza. 


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