martes, 10 de febrero de 2009

SIRENA

Volaban las gaviotas, como fugaces sombras, sobre el enorme estanque de agua salada que cantaba junto a los pasos de la sirena. Esta sirena había olvidado ser sirena y arrastraba torpemente y con gran esfuerzo lo que parecían extraños pies. No terminaba de entender el porque del dolor de sus pasos, y sus lagrimas iban copulando con el mar a medida que caían. La noche anaranjada de recién llegada, se posaba sensualmente sobre el agua, para acariciarla mientras se agitaba en convulsionadas olas. Llegaban hasta las escamas de sus pies las caricias de espuma que derrochaban en su acto de amor. Esas caricias le hacían olvidar el dolor de los pasos. El silencio era total, solo se escuchaban los acordes del acople. Hasta el viento parecía detenerse, como su respiración, ante el hipnotizante espectáculo. El poco viento que quedaba había volado sus ideas y su mente en blanco fijaba los ojos en el infinito del fin, sin ver nada, viendo todo. Ya no se debatía en ser sirena o no. Solamente sentía. Había sal en el aire, y se pegaba a su piel, abrasándola, como una extensión de la inmensidad acuática. La bruma entraba por sus pupilas y brillaban sus ojos con la luz de la luna. Las estrellas no se veían, pero no se había dado cuenta del detalle. Ida, transitó la orilla. El mar en su vaivén la invitaba a la danza. Ella dudaba si podría bailar siendo sirena. Mojó tímidamente sus pies, sus tobillos, sus rodillas. Sintió dolor en sus huesos, las extremidades que había formado tras años de escapar del agua no eran tan fuertes. La tentación era enorme. El agua subía, o ella se hundía… quien sabe, ya no importa. Se dejó llevar para sumarse a la fiesta en la que había creído no estar invitada. Se recordó sirena. Se entregó a la luna reflejada en la marea. La sal llenó su boca, besó su paladar. Sus ojos distinguieron un verde profundo que cubrió la escena. En la danza Poseidon marcaba el ritmo. Extendió sus manos para seguirlos, pero sus piernas eran piernas. Allí le extrañó no ver estrellas. Las ninfas se apiadaron de ella y la ayudaron a danzar. Se hizo sirena. Se hizo parte del mar. Encontraron su cuerpo en la orilla, con los primeros rayos del amanecer. Las algas adheridas en su piel, sus manos extendidas hacia el mar, y sus piernas destrozadas.

1 comentario:

Espiritu Muajajesco dijo...

Ya lo releí, y sí, desde la ambiguedad se recibe claramente.
¿Por qué se olvidó de su sirenismo? ¿Cómo recordó? ¿Por qué quizo volver a serlo?
Agua, agua, agua, y más agua