martes, 22 de marzo de 2022

Autopercepción

 - Cualquier cosa te llamamos… 

Así terminaba mi segunda entrevista de trabajo del día. Como la primera. Como las otras cuatro de la semana. Camino por Florida perdida en mis pensamientos. Pero no pienso nada en especial. Mi cabeza está agotada. Una masa gris va y viene, me lleva, me empuja. Me dejo llevar. No tengo prisa ni lugar donde ir, como si el tiempo estuviera detenido sin futuro, en un presente de incertidumbre. Los pies me pesan, los arrastro sin darme cuenta. Cada paso sin dirección duele ¿De qué manera planificar algo de la vida que se supone debo vivir? ¿Una familia? ¿Una casa? ¿Una profesión? ¿Cómo? Si ni siquiera tengo plata para pagar las fotocopias de un cuatrimestre. Un chico en bici de delivery pasa a toda velocidad, me lleva puesta y me vuelve a la realidad. Me doy cuenta que tal vez el vacío que siento es hambre. Mejor como algo antes de subirme al colectivo de vuelta a casa. Salgo a la Avenida de Mayo. Meto las manos en el bolsillo, y sólo tengo la Sube. Por suerte me quedan unos pesos para pagar desde el celu. Me pido un pebete y un vaso de gaseosa en un bar y me siento a ver como pasa la vida. Las vidas que caminan frente a mis ojos. ¡Todo es tan sombrío! Es que incluso los que están trabajando están hurgando en sus bolsillos y contando las monedas. Entra un hombre mayor enojado y dice, como si hubiésemos estado esperando su comentario, que así no se puede vivir. Y es como si nos despertaramos de un sueño. El vacío del pecho me empieza a latir. La masa gris empieza a adquirir contornos, figuras… Empiezo a ver.  Nos vemos unos a otros. Por primera vez, pero como viejos conocidos. Algunos llevan los dientes apretados. Otros, el ceño fruncido. El que está sentado en la mesa de la entrada mira hacia nosotros y grita algo sobre el FMI. La mujer de la barra golpea el mostrador y la escuchamos decidir que va a tomar el control de su vida. De un momento a otro, todo el bar se llena de reclamos y broncas. El mozo mira de reojo que el patrón no esté cerca, y nos hace un gesto cómplice. Nos miramos, algo en nuestros ojos se incendia. Mii pecho se agita y tiembla el piso. Es como si la tierra latiera. Salimos del bar para averiguar que pasa. Nos juntamos con otros en la vereda y miramos por la avenida… La niebla gris se va disipando y los rayos del sol iluminan desde la espalda del congreso con una luz que quema los contornos de cientos, miles, de figuras avanzan. Las preceden los bombos culpables de hacer latir nuestros pies. Distinguimos más ojos prendidos fuego, pero también muchos puños en alto. Marchan hacia nosotros, con la seguridad de caminar hacia un futuro. Sus pies no se arrastran, golpean el pavimento con derecho, diciendo , - ¡Aca estamos!. Y cantan… ¡Y cómo cantan! Son gritos de guerra. Conmueven todo a su paso, nos mueven a nosotros que no podemos sacarles la vista de encima, con ojos que se sacuden la lagaña del letargo. A medida que se acercan, podemos leer: ¡A las calles por nuestro futuro! Las canciones nos cuentan que es la marcha del 24 de marzo, por el aniversario del golpe cívico militar que aplicó el neoliberalismo en nuestro país. Un plan económico del cual, los acuerdos con el FMI que vemos hoy, son una continuación. 

Y comienzo a recordar que ayer nomás, resistía en esa Plaza del Congreso, la represión por manifestarme contra la reforma previsional. Comenzamos a caminar hacia ellos. Hacia las pancartas con las fotos de los 30.000 cr@s detenidos desaparecidos. Aquellos cuya resistencia quisieron eliminar las grandes empresas, los bancos, y las potencias imperialistas como Estados Unidos. Los miles de trabajadores, jóvenes, estudiantes, que no querían resignarse. Que se organizaban en las fábricas, en las escuelas, los barrios. Y me doy cuenta que tengo un futuro, porque el presente es de lucha. Que debo rebelarme y gritar bien alto, porque somos parte de esa tradición, nos paramos desde los escalones de lucha que ellos dejaron, para seguir. Y en cada cuadra que hacemos, mas y mas compañeros y compañeras se suman. Sonriendo después de mucho tiempo. Porque nos dijeron que no valía la pena. Que había que resignarse. Que las cosas no se pueden cambiar. Que sigamos esperando. Que confiemos. Nos enfrentamos solos a nuestras miserias y nos olvidamos que somos miles. Que podemos ser millones. Que hay una alternativa que se está construyendo y está en las calles. Que hay ideas, un programa, una respuesta, y que depende de nosotros. Este llamado es para aquellos que no quieren resignarse, para que se sumen, para que se organicen, porque estamos viviendo sólo una batalla… la guerra está por venir. Que desde la izquierda tenemos propuestas. Una alternativa para que sea tomada por cada compañero en su trabajo, barrio, escuela, en las calles, que debemos construirla desde ahora. 


Las marchas del 24 de marzo, para los miles que nos movilizamos todos los años, tienen origen en nuestro pasado cercano de resistencia, se continúan en un presente de lucha que se actualiza todos los años, y se inspiran en el futuro que anhelamos.

Reivindicamos  la resistencia de toda una generación, a los planes económicos del capital financiero. Porque los motivos para luchar, se mantienen vigentes. Se preparan grandes luchas contra las consecuencias del nuevo pacto con el FMI, debemos ser miles en las calles desde hoy para demostrar que no estamos vencidos.



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