Buscaba otras cosas cuando me topé con un cd con fotos tuyas y tuyas y mias. Y necesité más.
Con los dedos sucios de revolver la caja de las fotos me senté en la cama a mirar. Aquellas fotos de la época en que las imágenes de los recuerdos se fijaban sobre papel fotográfico, a veces fuera de foco, a veces mal encuadras u oscuras. Siempre a riesgo de que esa imagen solo quede disponible en los rincones del olvido en la memoria.
De esos rincones se despertaron voces, figuras y sensaciones al encontrarte. Nos veíamos tan jóvenes… y recordé exactamente tu mirada de los primeros años. Mi mirada también era distinta a la de ahora y eso me impresionó
Fotos de la casa en el centro, de las guitarreadas y del pelo largo. También fotos con la perra cachorra, haciéndole y haciéndonos arrumacos.
Y entre los papeles encontré una carta que hace días tenia en mente. Aquella carta que me diste con el perfume, cuando en la Argentina la tierra estaba conmovida con marchas y cacerolazos. Aquella primera vez en que pusimos los cimientos de un sueño de princesas y finales felices. “Yo te enseñe que las relaciones pueden ser para siempre y vos me enseñaste que se puede querer y ser querido”… y viceversa… y viceversa… y la leía una y otra vez.
Fue una noche después de muchas noches sin dormir uno junto al otro. Nos juntamos a cenar. Anduvimos por la ciudad en moto hasta terminar en un bar de una esquina, bajo el cielo directo. Habías conseguido el perfume que quería luego de buscar y buscar. Fue un tesoro del que aun conservo las últimas gotas sin atreverme a usarlas, aunque seguro ya esté feo.
Hablamos y hablábamos, reconciliando las largas ausencias cuando el griterío nos llamó. Entramos juntos corriendo a la Plaza de Mayo buscando conocidos entre tanta multitud desconocida. Sino me equivoco esa noche era la ultima para Rodriguez Saa, y una de nuestras tantas ultimas noches tambien.
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miércoles, 14 de abril de 2010
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