jueves, 22 de octubre de 2009

Ale, pintura de tarde de domingo



El sol comienza a debilitarse, cansado de la larga jornada. Hoy más, porque los domingos le dan fiaca, como a cualquiera. Es la hora en que comienza a quebrarse el día y los rayos del astro iluminan, pero ya no queman. Se entremezclan con las suaves brisas de la primavera, que traen los últimos suspiros del oscuro invierno que se está yendo.
Llegan ansiosas, buscando un poco de descanso de la ciudad que no para y de la rítmica cotidianeidad. Un descanso de esos días en que se comprimen semanas, de las semanas que comprimen meses.
Las fastidia la cantidad de gente que ha buscado el mismo refugio, pero rápidamente las olvidan dando rienda suelta a la charla reparadora.
Una islita de pasto entre el polvillo de tierra seca a modo de divan de terapia, el árbol escuálido que, alguna vez tal vez, sea sombra... las acompaña, y un río enorme y marrón que no se detiene, de telón.
Olvidan por un momento lo que venían hablando, mientras acomodan sus cosas, siempre muchas. El humo del termo con agua hervida se mezcla con el de los cigarrillos que salen a la pista de baile entre las manos inquietas que grafican gente, situaciones y sentimientos recortados en el aire.
Se sientan y fijan su mirada en el río unos minutos. El mate comienza su trabajo y la relajación da paso a nuevas palabras.
- ah! No te conté… ¡No sabes!; Es la presentación de alguna anécdota seguro
jugosa.
Son esos los momentos únicos en que las cosas mas difíciles dan risa, y donde todo parece tan fácil y sencillo. Las cosas que preocupan parecen no ser tan graves, como si por momentos los problemas fueran compartidos. Se ponen al día atropelladamente. Se mezclan historias y personas.
- No! No me digas… bueno, a mi también me pasó…
- Ah! Pero pará! Eso no es todo.
En esos momentos se puede parar el tiempo y hacer lo que se quiere. Los personajes de los relatos adquieren formas y comportamientos según plazca a sus relatoras, y actúan y se mueven de acuerdo a las necesidades del momento. Se imaginan situaciones, ridiculizan tensiones, y de tanto en tanto… lloran unas lágrimas. El griterío de la gente del lugar vuelve a filtrarse en la escena por unos instantes. Un abrazo, un par de palabras seleccionadas, o simplemente el silencio, para que el mate vuelva a circular y se sigan dibujando historias en el aire.
En una pausa, miran a unos niños pidiendo moneditas alrededor y se preguntan si podrán lograr un mundo diferente para ellos. Por un momento la realidad golpea nuevamente y la conversación se torna seria, con tono plomizo y preocupado. Pero tras esas palabras elocuentes y firmes siguen sentadas las mismas que hace unos minutos reían como niñas o lloraban historias de vida, en esas tardes de domingo en que vale soñar y decir lo indecible.
- y si lo besas y se convierte en príncipe?
- Jajajajja! Callate, no seas tonta. Los príncipes no existen y lo sabemos muy bien, mejor tomate el mate que no es un micrófono nena
- Si, ya se. Decía nomás… para ponerle un poco de onda.
Pero el chiste produjo un silencio, mientras el mate se enfriaba en las manos. Nuevamente las palabras serias acompañan las caras de reflexión.
- Te das cuenta cuanto aun nos queda de aquello aprendido en la niñez!?
- Y si, tantos cuentos de hadas y princesas.
- Tantas casitas de muñecas y bebotes consentidos.
- Y la escobita y el secador?! Te acordás….?
- Y el juego de te y cacerolas?
- Nos educaron para ser otra cosa y, a pesar de todo lo aprendido y todo lo recorrido… y aunque nos riamos y nos parezca tonto. ¿Cuánto de eso nos sigue rondando dentro?
- Son como pequeños dientes de engranajes rotos que hacen ruido al querer rodar.
- Contradicciones.
- Idealistas.
Y con cara de repudio analizan los preceptos maternos, los condicionamientos sociales, la auto represión y la sociedad que las hace creer libres, pero que tiene completamente condicionadas la cabezas.
Y así siguen parloteando hasta que el frío del atardecer las sorprende. El mate ya frío y seco se vuelca en la tierra y les recuerda que ya es hora de irse.
Vuelven cada una a su casa y mientras preparan y programan la semana piensan…
¿Éramos más felices cuando creíamos aquellos cuentos? Llenos de dificultades, malvadas brujas y monstruos… pero con la íntima tranquilidad de saber que terminaban bien.
Es difícil aceptar que sólo eran cuentos cuando en la televisión, las propagandas y “lo correcto” te dicen que son verdad. Está en cada uno entender que no hay destino ni azar que determine la existencia. Que no hay magia ni príncipes en jinetes que rescaten doncellas. Que hay que jugarse, porque cada día y cada momento vamos siendo hacedores de lo que nos pasa.
Por suerte, sigue habiendo domingos para los sueños, para poder verlos, hacerlos palabras y hechos, contrastarlos con la realidad y preocuparnos por conquistarlos.
Por ¿suerte? no necesitamos los domingos para contar con esas amigas. Pero necesitamos de una enorme ambición sobre el futuro, para contar con estas compañeras.

1 comentario:

Gatos en frente único con Perros dijo...

Lo leí en su momento pero preferí no comentarlo.
Un simple y hermoso cuadro de una amistad roja, con muchas imágenes al dorso... también, demasiadas cosas... como agua de deshielo, refrescantemente gélida y arrolladora.
beso