lunes, 1 de junio de 2009

Telarañas

Es inevitable. La noche se llena de telarañas oscuras, que te atrapan, te enredan, te ahogan. Hay también, voces y sombras. Te hablan y se conjuran para que te pierdas. Te engañan y se sientan a tu alrededor para reírse de tu desesperación.

Es inútil pensar, ya de antemano se que no podré sacar nada bueno. Tampoco escribir para desahogarme, salvo que la lapicera se transformara en cuchillo y la hoja pudiera ser desagarrada en cada trazo. Pero no. Lo mejor es dormir.

El sueño no acude aunque lo llame. Como si se hubiera confundido de cama, pasó de largo y no quiere volver. Me muevo. Me acomodo. El frío se burla de la estufa, de las frazadas, de las perras, de la ropa de abrigo. Como si supiera que me siento repentinamente vacía, se esfuerza por ocupar cada uno de mis rincones. Mi estomago es el primero en ser atacado y, lamentablemente, solo resiste mi cabeza a la que, paradójicamente, no le vendrían mal unos cuantos grados menos.

Recurro a la lectura. Pero no puedo concentrarme y solo me detengo en algunas palabras que es como si tuvieran eco interno. Al leerlas de pasada, quedan retumbando en mi cabeza y ya no puedo seguir el hilo del relato. Engaño. Placer. Sexo. Mentiras.

Termino el libro y me dispongo a dormir. Las lágrimas explotan en los ojos pero no salen. Una intensa mezcla de tristeza y bronca no se definen sobre cual descargará primero. Por el momento las lágrimas esperan la decisión.

Las imágenes se suceden. Diálogos y palabras brotan del recuerdo. Las lindas imágenes son barridas en un arrebato de auto protección. No quiero aferrarme a aquello que siento que se cuela por mis dedos. Las otras intento eliminarlas sabiendo que nada podré resolver en ese momento. Pero es allí donde se descubre el verdadero motivo de inquietud. Nada podré solucionar ahora. ¿Pero habrá algo que pueda remediar con la luz del día? Me respondo que no repetitivamente, mientras intento autoconvencerme que si. Pero es en vano. Apago la luz y me estremezco con el frío. Siento que me han empujado a un abismo del que no veo el fondo. Caigo infinitamente y en el camino tengo tiempo de buscar a todos lados para ver de donde agarrarme y no seguir cayendo, no estrellarme contra el fondo. Pero todo pasa muy rápido y no me decido por ninguna rama.
Me veo obligada a hacer un pequeño balance más allá de los últimos tiempos. Termino de desmoronarme y me duermo

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