jueves, 16 de septiembre de 2010

Flores de Septiembre

Sus voces suenan entre mezcladas, pero con una claridad que asombra. Unas con pañuelos enroscados en las cabezas, despeinadas de los días y noches de ajetreo entre tomas y reuniones. Otros con megáfonos enormes que a penas sostienen, con las caras manchadas en pintura negra de noches y días entre carteles y stencils. Por momentos me pierdo mirando esos ojos vivos, que miran, impertinentes, a los ojos de los periodistas que los atacan. Ojos entre nerviosos y llenos de adrenalina, prendidos fuego, un fuego con el que parecieran querer incendiar el mundo que van mirando, que miran con mirada inquisidora, cuestionadora… ese mundo que no les gusta. Algunos ojos se abrieron ante los techos de las escuelas, el frío del invierno, el hacinamiento de las aulas. Y hay otros ojos. Los ojos que recorrieron las aulas y salieron por las ventanas. Que con voz temblorosa ponen en palabras las contradicciones de la vida, y comienzan a caminar un rumbo a contra mano de las directivas escritas con tiza vieja en los pizarrones. Que bueno mirarlos a los ojos y contagiarse vida. Ver que con sus cuerpos flaquitos y aún en medio de estirones, intentan levantar la loza de cemento con que hace años taparon e intentan tapar las flores. Las flores de primavera. Las flores de septiembre. Las flores que al salir de sus tumbas llenan de nuevo aroma el aire para recordarnos, y esta vez en las calles, que los lápices siguen escribiendo.

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